Lagunas de Villafáfila

 ¡Hola de nuevo! 

Tocaba estrenar las actividades y viajes de 2023 y lo hacíamos con un destino sensacional, la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila. Ya habíamos oído que estaba siendo una año fantástico para la reserva, después de 5 años de niveles bajos de agua. Pero cuando llegamos alucinamos con el nivel del complejo lagunar. ¡¡Casi al 100%!! Estas condiciones sumadas a la fuerte llegada de invernantes por los temporales europeos han hecho que este año nuestra visita a la reserva fuese memorable.

Ánsares caretos en un bando de ánsares comunes.

Salimos de Madrid en dirección Zamora con una pequeña parada por el camino a entrar en calor y coger fuerzas. Las temperaturas se preveían bajas y el termómetro tiritaba. Con un buen café y una tostada continuamos nuestro viaje al complejo lagunar de Villafáfila. Nuestra primera cita era con las avutardas. Desde un punto estratégico nos asomamos al paisaje horizontal, extenso y agrícola de la reserva para localizar hasta 12 avutardas con nuestros telescopios. Aquí se encuentra una de las densidades más altas de la especie a nivel mundial y era difícil no habernos encontrado ninguna. 

Desde este punto ya pudimos apreciar lo excepcional del año. Había agua por todas partes, la Laguna de las Paneras, la Laguna Rosa y de la Fuente estaban casi a rebosar. No recordábamos haberlas visto así nunca. La Laguna de Barillos era más grande que nunca y las aves acuáticas eran abundantes en las orillas. Nos asomamos a dichas lagunas para observar aves y observamos un buen puñado de aves acuáticas. Mucho ánade azulón, cuchara y ánade friso y algunos ejemplares de cerceta común y ánade rabudo. Por supuesto vimos un grupete de ánsares comunes aunque muy lejos de las cifras registradas a principio de siglo. 

Primera parada en las lagunas Rosa y de la Fuente.

Las rapaces también hicieron acto de presencia y una hermosa hembra de aguilucho cenizo nos pasó volando mostrándonos su llamativo obispillo blanco. Cernícalos y aguiluchos laguneros también revoloteaban junto a las lagunas en busca de presas. Por supuesto, de fondo y paseando a sus anchas por los cultivos de alfalfa, otro grupo de avutardas en el horizonte.

Tras chequear cada rincón pusimos rumbo a la casa del Parque para ver algunas aves más de cerca antes de que cerrara. Allí también vimos gansos, pero la mayoría de ellos son domésticos. Lo más interesante fue poder ver a los porrones moñudos entre las fochas y los ánades azulones. Además es un buen punto para la observación de paseriformes y otras aves algo más forestales como nos pasó con una abubilla que se nos cruzó en el camino.

Hembra de porrón moñudo (izqda.) y dos machos (drcha.)

Una vez realizada la visita de rigor nos acercamos a la Salina Grande, la laguna de mayor extensión del complejo en el que otros años se concentran multitud de aves. Este por supuesto, no iba a ser distinto, pero la presencia de agua en toda la reserva hace que las aves se dispersen. Desde allí pudimos observar grupos enormes de silbones, y otras anátidas ya mencionadas, así como tarros blancos, gaviotas sombrías y reidoras y lo más interesante de todo, otro grupo de ánsares comunes. Nos estaba costando encontrar grupos de estas aves, teniendo en cuenta que hace años había cifras de 32.000 ánsares censados y es muy posible que durante nuestra visita el número no llegara ni a la décima parte.

Lo bueno fue toparnos con un grupo de una decena de ánsares caretos, un ave de distribución circumpolar que suele recalar en nuestra latitud y Villafáfila es uno de los destinos donde suelen ser frecuentes los avistamientos. Pudimos disfrutar como niños con estos ejemplares.

Ánsares caretos alimentándose junto a ánsares comunes

Tras esto el sol comenzaba a ocultarse, coloreando el cielo de tonos anaranjados y por tanto nos disponíamos a recorrer el resto de caminos con la esperanza de poder encontrar de camino algún búho campestre. Aunque manteníamos la esperanza sabíamos que este año era malo para roedores y topillos, y la presencia de esta rapaz nocturna depende mucho de la disponibilidad de alimento. A quien sí nos encontramos en uno de los muchos palomares que rompen el paisaje cerealista de la reserva, fue a la lechuza común, que hacía mucho tiempo que no volvíamos a verla. Estuvimos un rato junto a su refugio, esperando que la bajada de luz la animase a salir y darse unos vuelo, pero oscurecía y la entrada de las grullas nos esperaba.

El cielo seguía cogiendo colores y nosotros aprovechábamos para observar nuevas especies. Así pudimos localizar un zarapito real, una garceta grande y un buen grupo de avocetas en la laguna de Barillos. Por supuesto las avutardas volvieron a aparecer. En este caso un grupo de unas 35 avanzaba a gran distancia por los cultivos. Sin duda en este punto lo fantástico fue la llegada de las avefrías y los chorlitos dorados. Algunos descansaban en los cultivos inundados junto al observatorio.

Grupo de chorlito dorado europeo con avefrías europeas de fondo.

Poco a poco se fue yendo la luz y las avefrías y los chorlitos dorados se contaba por miles entrando en las lagunas a dormir, todo un espectáculo.

Avefrías europeas entrando a dormidero

Entrada al dormidero de miles de avefrías europeas y chorlitos dorados

Cuando todo parecía más calmado el dulce y familiar trompeteo de las grullas sonaba a nuestras espaldas. Empezaron a aparecer cientos de grullas sobre los cultivos con el cielo lleno de colores de atardecer. Se posaron en el suelo a bastante distancia de la laguna. Allí enchufamos los telescopios y pudimos contar aproximadamente unas 500. Uno minutos más tardes y a modo de despedida, entraban definitivamente en el dormidero. Así cerramos el día satisfechos de haber pasado un día fantástico y de poder haber visto la reserva en su máximo esplendor.

Grupo esperando la llegada de las grullas.

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