Oso pardo en Somiedo |
Salimos de Madrid en dirección norte con ganas de temperaturas bajas y paisajes de fondo de pantalla. En ruta tuvimos dos grande momentos: las dos águilas imperiales de la Moraña, que siempre nos esperan en nuestros trayectos por Ávila; y los bandos de graja en León, a nuestro paso para recoger a una participante.
Después de muchos kilómetros y varios busardos ratoneros por la carretera, llegamos al puerto de Zarreu, donde comeríamos rodeados de papamoscas cerrojillos entre los que logramos encontrar un carbonero palustre. Esto nos tuvo entretenidos, bocata en mano, durante media hora. Tras la comida iniciamos una ruta por las inmediaciones del Parque Natural de Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Allí pudimos ver calzadas, zorzales charlos, escribanos soteños, y un buen grupo de migrantes como papamoscas gris o mosquitero musical. El camino fue muy agradable ya que la brisa y las nubes tapaban un poco el calor haciendo del paseo, algo delicioso.
Calimorfa (Euplagia quadripunctaria) en el P.N. Fuentes del Narcea |
Al final de la tarde regresamos al coche y subimos hacia el puerto donde haríamos nuestra primera espera de oso pardo. Allí se presentaría el día con algo de niebla y un poco de frío, de hecho tuvimos que sacar algo de abrigo durante la espera. Los minutos pasaban y en las laderas no aparecía la deseada silueta peluda. Una pareja de cernícalos bailaba al son del viento delante de nosotros, y los busardos ratoneros cazaban en los prados. El puerto estaba interesante con alguna tarabilla norteña y bisbita alpino, en cambio ni rastro del plantígrado. Tampoco la meteorología ayudó ya que la niebla se convertía en un muro visualmente infranqueable.
Con ganas de más, pusimos rumbo al hotel. Por el camino nos volvimos a encontrar la dichosa niebla, sin embargo esta llevaría sorpresa. Una preciosa liebre de piornal en la carretera, cuando la oscuridad lo cubría todo y solo las luces largas dejaban ver su identidad.
Vista de la ladera desde Gua. |
Al día siguiente la suerte nos sonrió. Después de un tiempo contemplando las laderas, detectamos un ejemplar joven de oso pardo de pelaje muy rubio. Agitaba los avellanos con fuerza y poco a poco avanzaba por la ladera. Después de ayudar a otros observadores a localizar al ejemplar, pudimos ver a este jovencito durante varios minutos. Poco a poco fue cogiendo altura hasta desaparecer tras unas rocas. Habíamos logrado ver un oso pardo en libertad. No mucho más tarde, un compañero de Somiedo Experience, localizó otro ejemplar en otro de los canchales. A este se le veía mucho más corpulento y grande y además su pelaje era mucho mas oscuro. El recorrido de este ejemplar fue idéntico al que acabábamos de ver hacía unos minutos por lo que algunos dedujeron que este segundo andaba detrás del rubio.
Oso pardo en Somiedo
Con buen sabor de boca, pusimos rumbo al hotel para desayunar y coger fuerzas.
Nuestra siguiente parada sería El Puerto donde nos llevaríamos "al saco" un buen listado de aves. De inicio vimos que las tarabillas norteñas estaban por todos lados, siendo muy abundantes en algunos puntos de la ruta. Alimoches, culebreras, ratoneros y algún cernícalo. Entre los pajarines los fringílidos estaban por todos lados, pinzones, pardillos, jilgueros, verdecillos... Entre ellos varios acentores, lavanderas y mucho, mucho bisbita, sobre todo bisbita alpino que por lo visto ya estaban empezando a bajar de cotas bajas.
Como a mitad de ruta un precioso macho de escribano cerillo estaba paso junto a una hembra en uno de los rosales que acompaña al camino. Cuando todos estábamos admirando sus colores, un movimiento cercano nos llama la atención y un pequeño mamífero se nos cruza a dos metros, ¡Una comadreja! Atraviesa el camino a toda velocidad y cuando se sube al muro y le miramos la cola, de repente: ¡No, no, no, no, es un armiño! ¡Un precioso armiño en pelaje veraniego! Le seguimos y le disfrutamos correteando por el muro de piedra, parándose con cada acentor que se movía a su lado, hasta que, tras unos maravillosos minutos de observación, el armiño desaparece entre la vegetación y le dejamos de ver. Todo un momentazo.
Terminamos la ruta con un buen listado de aves en el pequeño tramo recorrido antes de la comida, que tuvo lugar rodeados de alimoches y culebreras. Tras un café post-almuerzo iniciamos una nueva ruta donde los zorzales y los escribanos nos entretuvieron todo el camino. Cuando ya estaba un poco avanzado el camino, una silueta alargada aparecía inmóvil en un prado. Primero deseamos que fuera un gato montés, ya que son frecuentes en esa zona, pero finalmente acabó siendo un zorro. Con el telescopio se podía observar como movía la cabeza de lado a lado para direccionar sus orejas y escuchar las posibles presas que se movían por galerías subterráneas. Así estuvo un rato hasta que de un salto intentó atrapar una presa. Su presencia nos permitió pasar un rato la mar de divertido. A lo lejos entre los canchales buscábamos al oso sin mucho éxito, y solo localizamos un rebaño de rebecos.
Poco a poco la niebla entraba en el valle y acabamos repitiendo la mala suerte del primer día. La niebla se volvió tan espesa que nos volvimos, ya no tenía sentido esperar allí donde no se veía nada a menos de unos metros. Habría que esperar al siguiente intento.
El sábado por la mañana volvimos a esperar en el mismo mirador de todas las mañanas, chequeando cada esquina y revisando cada canchal. El día era algo mejor, con menos niebla pero mucho más frío. Después de 2 horas de espera habiendo visto rebecos y ciervos, volvimos una vez más a desayunar al hotel con las manos vacías.
Tras reponer fuerzas, cogimos nuestra mochila y la llenamos de comida, agua y algo de abrigo, ya que ese día subiríamos a los Lagos de Saliencia. La ruta fue muy cómoda y pudimos ver bisbita alpino, arbóreo, ambas chovas piquigualda y piquirroja e incluso un lejano joven de roquero rojo. El lugar estaba lleno de colirrojos tizones, pero nos quedamos con la espina clavada de ver al treparriscos o al águila real.
Grupo al inicio de la ruta hacia los Lagos de Saliencia |
Los alimoches, las culebreras y unos hermosos cernícalos cernidos antes del Lago de la Calabazosa nos dieron el espectáculo de cetrería. Allí comimos nuestro almuerzo y pusimos rumbo de vuelta, esta vez haríamos la espera de oso cerca del aparcamiento.
El sol apretaba y la luz no acompañaba, pero el nido de alimoche de otros años tenía un par de pollos todavía, lo que supuso que nos entretuviésemos antes de la salida del oso, que se hizo de rogar. Saliendo un poco del bosque y subido a un árbol para comer los frutos de un serbal, pudimos ver a un precioso y gran ejemplar de oso pardo durante unos breves minutos. Fue una escena fantástica que pudimos disfrutar ya con el sol tapado por la montaña.
Nido de alimoche en Somiedo
Llegaba el último día. Nuestra última oportunidad de encontrarnos con el oso antes de regresar a Madrid.
Volvimos una mañana más a nuestro oteadero, el que tantas alegrías nos has dado este y otros años, y esta vez no falló. Teníamos menos tiempo porque había que volverse a Madrid y nos tenía que dar tiempo a visitar una braña típica con sus cabañas y sus "teitos" tradicionales. Afortunadamente el oso decidió salir a despedirse en un avistamiento que duró varios minutos. Aparentemente un macho joven que buscó avellanas en la zona más cerrada para seguidamente atravesar toda la ladera, de tal forma que pudimos verle perfectamente. Fue un bonito encuentro para despedir el viaje.
Oso pardo en Somiedo
Oso pardo alimentándose de avellanas en Somiedo. |
Finalmente y tras la visita a la braña, pudimos hacer análisis del viaje. De 6 esperas logramos localizar al oso en 3 de ellas y en total vimos 4 osos distintos, imágenes que se quedan en nuestras retinas rodeados de un grupo fantástico y muy divertido al que queremos agradecer los buenos ratos que pasamos.
Braña típica con sus cabañas y sus "teitos" |
Por supuesto no nos quedamos en solo la observación del oso. Para llevarnos una vista completa de lo que es convivir con este animal, pusimos sobre la mesa dos realidades: la situación de la población cantábrica y su conservación; y las consecuencias positivas y negativas de convivir con el oso. El respeto y la colaboración entre ambas partes es fundamental para el equilibrio anual de este territorio.
¡Hasta pronto!
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