martes, 18 de octubre de 2016

Dos caras del Sureste

A media hora de la capital, el Parque Regional del Sureste es un complejo de lagunas procedentes de la inundación de antiguas graveras y zonas de extracción de áridos que han recuperado un aspecto algo más natural. Los tarays, el carrizo y otra vegetación típica de estos lugares se han ido haciendo un hueco junto a la orilla, dando un aspecto de recuperación al enclave. La presencia de estos lugares inundados pasa en ocasiones desapercibida para nosotros, pero no para la avifauna. Las aves han logrado encontrar beneficios, pero ¿los hay durante todo el año?


En una de las escapadas para huir de la ajetreada vida en la ciudad, fui a parar al sureste madrileño, un destino conocido que nunca defrauda. Por casualidad y sin intención alguna fui a dar con un pequeño humedal, dentro de los límites del parque, totalmente nuevo para mi. La primera visita ocurrió durante el verano (finales de junio), aprovechando los días cálidos y soleados, y fue tan sorprendente que repetí y la siguiente fue al llegar las lluvias de este otoño tan inusual (la semana pasada). 

Caminando por el perímetro del humedal las aves acuáticas reinan en este pequeño territorio. Suya es la superficie del agua, aunque algunos hagan uso de sus fondos, escapando de cualquier peligro con rápidas inmersiones. 

Zampullín común (Tachybaptus rufficolis) plumaje reproductor.
Ahora mismo quedan pocos zampullines con este aspecto en el humedal.
Zampullín común (Tachybaptus rufficolis) plumaje invernal.
Este es el aspecto de la mayoría de los zampullines de la laguna.

Hablamos de esta especie, el zampullín común, que se esconde entre la vegetación para no ser visto y que en la época de reproducción presenta los colores oscuros de la primera foto, mientras que estos días ya se les puede ver con el plumaje típico de invierno.

Los cormoranes llegan en invierno y se ven apoyados en ramas secas, un recurso abundante en este humedal y que permite ver bien a las especies tan esquivas como el avetorillo. Aunque es muy raro verlo estos días por el humedal, por sus hábitos estivales, durante esa época aprovecha las ramas secas que sobresalen del carrizo o justo por encima del agua.

Avetorillo común (Ixobrychus minutus).
Sus hábitos estivales lo hacen extremadamente raro estos días en el humedal.

Esta pequeña garza es bastante solitaria, justo lo opuesto que su pariente la garcilla bueyera que en invierno se junta en grandísimos bandos encima de los tarays. En general las garcillas bueyeras, las garcetas o las garzas reales son ahora bastante más abundantes en el humedal que en el periodo reproductor.

Garcilla bueyera (Bubulcus ibis).
Garcetas comunes (Egretta garzetta).
Esta especies se junta con garzas reales y descansan juntas en esta época entre el carrizo.
Garcillas bueyeras (Bubulcus ibis).
En la época estival los bandos son de este tamaño, ahora pueden llegar a los 200 ejemplares.
Garza real (Ardea cinerea) en vuelo.
Si se acude estos días al humedal se pueden ver varios ejemplares entre bandos de garcetas.

Las actividades de las aves en el humedal son completamente diferentes de un momento del año a otro. Por ejemplo, mientras que en la visita de junio las cigüeñas se encontraban pescando cangrejos de río en el Jarama, ahora cogen las pocas corrientes de aire ascendente para poner rumbo al sur, donde cruzarán el Estrecho de Gibraltar. 

Cigüeña blanca (Ciconia ciconia).
La actividad de las cigüeñas es más solitaria en junio cuando pesca para sus pollos.
Bando de cigüeñas blancas (Ciconia ciconia).
La migración de las cigüeñas. Ahora en el humedal es frecuente esta escena.

Y es que los cambios migratorios están a la orden del día. Ya están llegando la mayoría de las anátidas que pasarán el invierno en nuestro territorio. Este es el caso del ánade rabudo, la cerceta común, la cuchara o el porrrón moñudo. También llegan un montón de ánades azulones, porrones europeos o ánades frisos, efectivos del norte de Europa que vienen a pasar un ivierno algo más templado aunque son especies abundantes en los meses de primavera y verano. La riqueza y abundancia actual del humedal es mucho mejor que durante la época de cría.


Porrón europeo (Aythya ferina) hembra.
En primavera muchos reproductores de esta especie ponen rumbo al norte, Europa.
Pareja de ánades rabudos (Anas acuta).
Una especie presente únicamente durante el invierno.
Cuchara común (Anas clypeata) macho.
Su pequeña población reproductora aumenta con la llegada de invernantes europeos.
Cerceta común (Anas crecca) macho.
No está presente en la primavera ni el verano, llega en otoño para pasar aquí el inveirno.
Ánade friso (Anas strepera) macho.
Es habitual durante la época de nidificación, pero estos días se ven más ejemplares.
Grupo de porrones europeos (Aythya ferina).
En otoño los reproductores de Europa vuelven a sus áreas de invernada.
Porrón moñudo (Aythya fuligula) macho.
Entre tanto porrón europeo se puede encontrar alguno moñudo en invernada.
Grupo de ánades azulones (Anas platyrhynchos).
Ahora se sienten más seguros en bandos que durante la época reproductora.

Las rapaces no tienen muy buena representación en este pequeño enclave. A penas algún milano real se ve de vez en cuando campear por los alrededores de las alguna. A diferencia que su pariente el milano negro, las poblaciones del real reciben una importante llegada de invernantes desde centroeuropa.

Milano real (Milvus milvus).
Más habitual en invierno, pero esta imagen cerciora su presencia todo el año.

Las fochas son aves muy comunes de ecosistemas de aguas dulces como este. Durante la época reproductora se ven bastantes ejemplares en humedales del interior, grupos pequeños,o adultos junto a sus pollos. Sin embargo, al llegar octubre el número de fochas se dispara y son mucho más abundantes que durante la época de nidificación.

Varias fochas comunes (Fulica atra).
Mucho más abundantes desde que llegaron al humedal en otoño.

Si hay un grupo que marque la diferencia entre la época estival y la invernal, son las golondrinas y aviones. En la visita de junio, los dueños de todos los insectos voladores del humedal son los aviones zapadores, que vuelan a ras del agua capturando insectos que llevan más adelante a sus nidos. Sin embargo, los meses pasan y comienza a acercarse el momento de poner rumbo al sur. En este preciso momento, los pocos aviones zapadores que no se han ido todavía, se juntan con grandes bandos de golondrinas comúnes, alguna dáurica y tímidos aviones comunes para poner todos juntos rumbo al continente africano.

Bando de aviones zapadores (Riparia riparia).
Aspecto de los posaderos en la primera visita al humedal.
Avión común (Delichuon urbicum) junto a golondrinas comunes.
Ahora en invierno los posaderos son más mixtos.
Avión zapador (Riparia riparia) junto a golondrinas comunes.
Quedan ya pocos aviones zapadores, suelen ser de los primeros en volar al continente africano.
Bando de golondrinas comunes (Hirundo rústica).
Hasta finales de octubre y principios de noviembre serán ellas las reinas del humedal.

Es curioso poder ver a estas tres aves juntas en el mismo posadero, recuperando fuerzas antes de seguir a delante con una de las travesías más famosas de nuestra fauna, la marcha de las golondrinas.

La llegada de otra ave europea, el petirrojo, deja clara que el invierno se acerca. Sus cantos son más habituales ahora que en otra época del año, puesto que la población española recibe la llegada y el paso de aves del centro y norte de Europa. Es habitual de bosques y sotos, pero en invierno puede cambiar mucho de hábitat.

Petirrojo europeo (Erithacus rubecula)
Ave de hábitos europeos que es más frecuente ahora en el humedal que en la anterior visita.
Ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica).
La aparición de esta ave en el humedal delata las dos caras de los ecosistemas.

Algo similar le ocurre a un pariente cercano, el ruiseñor pechiazul. Es una especie muy típica de matorrales montanos, pero que al llegar el invierno se acerca hasta los carrizales y otra vegetación palustre. Es curioso que hayan elegido este humedal para pasar el invierno tanto el petirrojo como el pechiazul.

El que sí es fiel a su territorio y su humedal es el cetia ruiseñor. Cantarín y alegre pasa todo el año en este territorio, a penas se ve diferencia de abundancia entre las dos visitas. Algo totalmente diferente a los hábitos de un compañero de carrizo, el carricero tordal cuya presencia se limita a los meses más calurosos. Este es otro claro ejemplo de las dos caras de este humedal, la más veraniega y la de la temporada de lluvias.

Cetia ruiseñor (Cetia cetti)
Calentándose al sol del verano entre el carrizo verde.
Cetia ruiseñor (Cetia cetti)
Igual de inquieto y cantarín que la pasada época de nidificación, se le ve por todo el humedal.
Carricero tordal (Acrocephalus arundinaceus)
Su presencia se limita a los meses de verano y primavera, ahora no se encuentra en la laguna.

Paseando durante el verano, hemos podido apuntar aves estivales de todos los colores y tamaños, mientras que el invierno atrae a otras aves totalmente diferentes. Entre ellas un diminuto viajero que llega desde el norte de Europa huyendo de su duro invierno, el mosquitero común. Justo la cara opuesta al carricero tordal. El mismo humedal pero dos caras completamente diferentes que hacen parecer a este enclave dos lugares distintos en función de la época.

Mosquqietro común (Phylloscopus collybita)
Ave estrictamente invernal dentro del enclave del sureste.

Hay aves que nunca, o casi nunca cambian sus hábitos. Los mitos se ven fácilmente en el humedal durante todo el año, al igual que los curiosos herrerillos, que estos días que no están los carriceros, son ellos los que ocupan sus posaderos favoritos.

Herrerillo común (Cyanistes caeruleus)
El herrerillo que se creía un carricero.

Otras de las aves que a penas modifica sus costumbres de una temporada a otra es el pájaro-moscón, una ves relativamente abundante en este lugar. Sí es verdad que algunas aves centroeuropeas llegan a España para pasar el invierno, pero fácilmente se puede ver a estos diminutos péndulos de los carrizos durante todo el año picotear las "plumas" de estas plantas.

Pájaro-moscón europeo (Remiz pendulius)
Alimentándose en las plumas del carrizo.
Pequeño grupo de pájaro-moscón europeo (Remiz pendulius).
Jóvenes tras la época de cría.
Pájaro-moscón europeo (Remiz pendulius)
Durante la época invernal también se les puede ver entre el carrizo, pero su antifaz no es tan llamativo.

Los estorninos, los gorriones morunos y molineros simplemente cambian sus hábitos y dejan de ser lo solitarios que son durante la época de cría, a juntarse en enormes bandos, muchas veces mixtos. Estos comportamientos tan gregarios les hacen sentirse más seguros, a la vez que aumentan sus probabilidades de encontrara alimento durante el invierno, una época de escasez.

Estorninos negros (Sturnus unicolor).
Ejemplares de un gran bando invernal.
Gorrión moruno (Passer hispaniolensis) macho.
Pequeños bandos de morunos pueden concentrar más de 40 aves. 
Gorrión molinero (Passer montanus)
Aunque no forma bandos tan grandes, estos días es habitual verlos mas o menos juntos.

Sin duda acudir a un lugar en dos épocas completamente diferentes abre la mente y hace comprender la complejidad de los ecosistemas. Los beneficios que pueden ser imprescindibles para una especie en verano, no lo son para otras en invierno y viceversa. 

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