martes, 8 de marzo de 2016

Patones, hogar del pico menor

Situado al nordeste de la Comunidad de Madrid, Patones es uno de lo municipios con un importante desarrollo del turismo rural. Quizás se deba al atractivo de sus paisajes y la singularidad de sus pueblos y sus habitantes. En general el entorno esconde un entrañable ambiente que invita a adentrarse en lo más profundo de sus pequeños bosques y montes.

Camino que recorre un importante bosque de galería de fresnos, chopos

En su extensión se encuentra la presa del Pontón de la oliva, cuyo entorno se preserva bastante bien a pesar de las obras y construcciones de las infraestructuras hidráulicas. Es fácil ver fresnedas, pinares algún que otro roble suelto y de vez en cuando alguna encina. Por supuesto las retamas y otra vegetación arbustiva como zarzas, jaras y tomillos ofrecen más alternativas para el desarrollo de las especies de aves.

Para visitarlo nos acercamos a uno de los aparcamientos que se encuentran en la subida de la carretera M-134, en dirección El Atazar. Desde ahí ya se acercan algunas aves a nuestra llegada, como la lavandera blanca que delata la presencia y cercanía del propio embalse; o el petirrojo europeo que si llegamos de madrugada puede deleitarnos con sus preciosos cantos matutinos. Con unos cuanto minutos más en el aparcamiento podemos llegar a ver algún que otro agateador europeo o incluso bandos ruidosos y numerosos de rabilargo ibérico. Existe la posibilidad, si vamos durante el invierno, de ver bandos nutridos de varios ejemplares de gorrión chillón, sin duda una sorpresa bastante agradable.

Lavandera blanca (Motacilla alba) muy asociada a lugares concierta presencia de agua.
Petirrojo europeo (Erithacus rubecula) a pleno pulmón.
Su canto se encuentra entre uno de los más apreciados dentro de las aves ibéricas.
Tres rabilargos ibéricos (Cyanopica cookii) los colores azulados de esta especie la hacen inconfundible.
Entrañable imagen de un bando de gorriones chillones (Petronia petronia).
Su llamativa ceja clara por encima del ojo permiten diferenciarlo del resto de los gorriones.

Una vez hayamos pasado unos minutos en el aparcamiento merece la pena acercarse un poco hasta el Embalse del Pontón de la Oliva para intentar divisar algunas especies propias de los roquedos que escoltan los lados de dicha construcción. Antes de la llegada al embalse, un camino de retamas y poco arbolado esconde mitos, carboneros comunes y pinzones vulgares. También es probable que varios bandos de gritonas chovas piquirrojas pasen sobrevolando nuestras cabezas y certificando nuestra aproximación a los cortados del embalse.

Mito común (Aegithalos caudatus) en grupos de varios individuos van saltando de rama en rama.
Se ven muy graciosos, su cuerpo redondeado acaba en una larga y fina cola.
Carbonero común (Parus major) en los pocos arboles que hay hasta el embalse se pueden observar páridos como este.
Pinzón vulgar (Fringillia coelebs) cantarín frigílido que también adorna esta "entrada" al emablse.
Uno de los bandos de chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) que se pueden ver por Patones.

El camino circula por uno de los laterales a una considerable altura, desde la cual podemos obtener una preciosa perspectiva de los aviones roqueros, observables en cualquier época del año, que vuelan seguros por encima de nuestras cabezas. Si avanzamos por este camino deberemos hacerlo con cautela, puesto que pasa muy cerca de la pared rocosa y podemos espantar a las grajillas occidentales o al esquivo roquero solitario. Si dedicamos unos segundos a mirar hacia abajo, tendremos la posibilidad de ver mirlo acuático jugueteando en el curso del río, alguna que otra curruca capirotada en busca de insectos. Puede ser que en nuestra estancia cerca del aparcamiento no hayamos sido capaces de dar con el gorrión chillón, pues este es el momento, a la citada especie le encanta situarse en la propia estructura del embalse a tomar baños de sol.

Avión roquero (Ptyonoprogne rupestris) en la zona de los cortados del embalse.
Pareja de grajilla occidental (Corvus monedula) en una de las grietas de los roquedos.
El roquero solitario (Monticola solitarius) es una especie propia de estos entornos tan rocosos.
Macho de curruca capirotada (Sylvia atricapilla)
Pareja de gorrión chillón (Petronia petronia).
Les encanta situarse en la propia estructura a tomar el sol al amanecer.

Una vez nos hemos adentrado en embalse es hora de dar media vuelta en dirección al aparcamiento, para retomar la carretera M-134 que va hasta El Atazar. Pararemos justo en el kilómetro 2 donde empieza una ruta que discurre por la linde de un pinar. Ahí hay una pequeña explanada para dejar los coches y una barrera que no permite el paso a vehículos. Desde ahí sale la ruta que nos llevará al magnífico encuentro con una especie icono. Hasta llegar allí se recorren, por un lado un pinar que permite ver arrendajo euroasiático, zorzal común o escribanos montesinos; y jarales y retamares por el otro donde las cogujadas comunes se pueden asustar a nuestro paso. Durante la ruta no faltan los avistamientos de grandes rapaces como las dos grandes necrófagas de nuestra fauna, el buitre leonado y el buitre negro. Cicleando para coger altura, posado en los montes de alrededor, o simplemente de paso. 

Cogujada común (Galerida cristata) a uno de los lados del camino.
Buitre negro (Aegypius monachus) en uno de sus campeos en busca de alimento.

Durante nuestro trayecto pasaremos por una casa abandonada, la antigua Casa de la Tejera donde un inquieto colirrojo tizón nos invita a pararnos en un entorno enzarzado, donde otras aves como petirrojos europeos, tarabillas europeas o currucas cabecinegras pueden ser avistadas entre majuelos, jaras y enebros. Según pasamos la Casa de la Tejera, el arbolado se abre paso y pinzones vulgares y herrerillos comunes se alimentan de los pequeños brotes de una fresneda que parece comerse el espacio dejado por el río.

Macho de tarabilla europea (Saxicola rubicola)
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus) según nos vamos acercando a la fresneda.

Una vez dentro no debemos perdernos ni un solo movimiento, en completo silencio, viendo cómo agateadores europeos y trepadores azules ocupan prácticamente cada fresno, cómo suben y bajan, se ponen del revés y trepan con tanta facilidad. Pero no hay que dejar que ni ellos ni los bandos de jilgueros lúganos nos distraigan durante mucho tiempo, porque es posible que demos con el más pequeño de nuestros pájaros carpinteros, el pico menor. Con aproximadamente 15 cm de longitud este diminuto carpintero del tamaño de un pinzón, se mueve con facilidad por la fresneda que va paralela al río. Sorprende además de verlo, oírlo, porque su pequeño tamaño no le impide golpear fuerte a la madera para sacar las larvas de las que se alimenta y es que en cuanto a fuerza no tiene nada que envidiar al resto de carpinteros. Está claro que para el pico menor el tamaño no importa.

Agateador europeo (Certhia brachydactyla) sin ningún problema asciende por el tronco de los árboles.
Trepador azul (Sitta europea) recurriendo a una de sus despensas en la grieta de este tronco.
Un nutrido bando de jilguero lúgano (Carduelis spinus).
Este bando,con machos y hembras, se alimenta en invierno de las semillas de los fresnos.
La especie estrella, el pico menor (Dendrocopos minor).
A parte de su tamaño, su píleo rojo y su dorso más manchado lo diferencian del resto de los picos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario