martes, 20 de octubre de 2015

Otoño en el valle del Lozoya

Ya llevamos un mes desde que el pasado 21 de septiembre comenzara el otoño. Muchos árboles, para variar, están empezando a dorarse para terminar por "quedarse calvorotas". Pero el otoño va más allá, colores, sonidos, cantos, etc. adornan nuestras salidas al campo durante esta época.

Es por estas fechas cuando hace ya un par de años, salí a observar las aves que adornan los pequeños bosques de ribera que quedan en la margen del río Lozoya o el arroyo Aguilón. Cerca de Rascafría, cruzando el puente del Perdón, justo enfrente del Monasterio del Paular se encuentra el escenario de tan amplia variedad de colores y sonidos que el otoño guarda para nuestro disfrute.

Monasterio del Paular con la Sierra de Guadarrama de fondo.
Según estaba cruzando el puente del Perdón de madrugada, el relajante sonido del agua corriendo me obliga a parar para escucharlo detenidamente. Sorpresa cuando tras un par de minutos el mirlo acuático europeo (Cinclus cinclus) no tarda en perder la vergüenza y sale de entre unos árboles para retomar su búsqueda de invertebrados acuáticos sumergiéndose, sin pensárselo dos veces, en ese agua tan fría.

Mirlo acuático europeo (Cinclus cinclus) en el río Lozoya.
Su característica buceo le permite capturar invertebrados acuáticos.
Aunque de mirlo tenga poco, si lo tiene de acuático, pues la mencionada técnica que utiliza este pequeño habitante de las riberas, le obliga a bucear para alimentarse. Una demostración de sus cacerías la podemos ver en el vídeo nº 8 de la sección Mis vídeos.

Junto a la orilla del río, el sonido del agua corriendo queda interrumpida por el alboroto que están montando un grupo de gorriones comunes (Passer domesticus) mientras se dan un baño mañanero.

Grupo de gorrión común (Passer domesticus) dándose un baño en el Lozoya.
En invierno es común ver a este pajarillo formando pequeños bandos.
Continúo mi paseo paralelo al bosque de ribera que el viento hace bailar, lo que provoca que cientos de hojas amarillas caigan detenidamente hasta formar una extensa alfombra de tonos anaranjados. Entre tanto color aparece entre las sombras de los árboles una pequeña e inquieta mancha roja. ¿Quién será este misterioso vecino del Lozoya? Me quedo quieto un rato hasta que la cálida luz del amanecer lo ilumina, dejándome ver su pequeño pico y su característica pechera naranja. Se trata de un petirrojo europeo (Erithacus rubecula).

Petirrojo europeo (Erithacus rubecula) en la ribera del Lozoya.
Nuestro inquieto acompañante es un ave común y forestal
Aunque pequeño su conocido reclamo lo delata entre la densidad de los árboles y arbustos que dan densidad al escaso bosque de ribera. Sin embargo, este sonido queda en ocasiones tapado por otro que dice así: chi-chi-pán, chi-chi-pán. Es el famoso carbonero común (Parus major) conocido en muchas regiones de España con el nombre de "chichipán", haciendo referencia a esas repeticiones que suenan como eco en el bosque por el que voy avanzando.

Carbonero común (Parus major) en el bosque de ribera del Lozoya.
A este pajarillo le encantan las formaciones boscosas como esta.
De vez en cuando se va abriendo este bosque tanto le gusta al carbonero y aparecen algunos claros. Entre ellos hay uno que lo compone una pequeña charca preciosa adornada con vegetación palustre. La cercanía al bosque provoca que junto al macho de ánade azulón (Anas platyrhynchos) haya flotando las pequeñas hojas que tira el otoño. Cerca del lugar y próximo al río, algunos árboles han perdido ya por completo sus hojas, facilitándome encontrar al pequeño chochín común (Troglodytes troglodytes).

Macho de ánade azulón (Anas platyrhynchos) en una charca cerca del Lozoya.
Chochín común (Troglodytes troglodytes) en las cercanías del Lozoya.
De apenas 10 cm le encanta la vegetación riparia.
Junto al río el reclamo insistente del chochín común, acompañado del sonido del viento sobre los árboles y las hojas cayendo, me da un momento de tranquilidad y decido parar para tomar un pequeño tentempié en un claro con unas mesas entorno a un viejo roble colocadas a modo de merendero.

Mientras disfruto del fresco de la sierra de Madrid y de mi sándwich, me percato de que no muy lejos de donde estoy también hay un pajarillo con hambre. Su color azul y su delgado antifaz delatan la identidad de mi compañero de merienda, el trepador azul (Sitta europaea) que se me queda mirando mientras sujeta lo que parece ser una avellana.

Trepador azul (Sitta europea) sujetando una avellana en los alrededores del Lozoya.
Esta ave muestra predilección por los hayucos y las avellanas.
Un rato después el trepador azul se mete en la profundidad del bosque, momento en el que decido seguirlo y así retomar mi paseo. Es entonces cuando veo dónde este ejemplar tiene su pequeña "despensa". Entre la corteza de un árbol va dejando los frutos que recolecta para su posterior consumo.

Trepador azul (Sitta europea) en el bosque de ribera del río Lozoya.
Su nombre hace referencia a su capacidad para moverse por los troncos de los árboles.
Ya ha pasado bastantes minutos desde que dejé atrás a mi acompañante azul y desde entonces verderones comunes (Chloris chloris), serines verdecillos (Serinus serinus), herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus) y algún estornino negro (Sturnus unicolor) han mostrado sus dotes de canto haciendo más agradable mi paseo por los amarillos caminos que recorro. 

Es tiempo ya de dar media vuelta y poner rumbo a casa, sin embargo un tamborilero llama mi atención justo detrás de donde me encuentro. Se trata de un pico picapinos (Dendrocopos major) picotenado la madera muerta de algunos chopos.

Pico picapinos (Dendrocopos major) dando golpes en el bosque del Lozoya.
Secuencia en la que se ve al protagonista tamborilear.
Pico picapinos (Dendrocopos major) en uno de los chopos del Lozoya.
Sus contrastes blanco, negro y rojo son muy llamativos.
Después de observar un rato largo cómo va tanteando las zonas secas del tronco en busca de las larvas de algunos coleópteros, decido coger el camino de vuelta. Aunque corto, no deja de sorprenderme y avanzo mientras me encuentro a un pinzón vulgar (Fringilla coelebs) que se alimenta de los pequeños frutos que ha traído el otoño y que le darán la posibilidad de coger fuerzas antes de que llegue el duro invierno.

Pinzón vulgar (Fringilla coelebs) en la cercanías del río Lozoya.
Coger peso antes del invierno es importante, pues en esta altitud el alimento escaseará.
Estoy llegando al coche y ya me he despedido de todos estos pequeños habitantes que me han hecho tan ameno el paseo cuando aparece para decirme adiós el mito común (Aegithalos caudatus), apoyado en las ramas sin hojas de un árbol. 

Después de toda la mañana paseando por los alrededores, finalmente estoy seguro de que volveré otro otoño. Sus olores, colores, sonidos y composiciones al norte de la capital dan un aliento fresco a nuestra ajetreada vida de urbanitas. Os recomiendo que salgáis en otoño equipados con vuestras cámaras de fotos, obtendréis maravillosas fotografías y os deleitaréis con una amplia variedad de aves que os acompañarán en vuestra visita al Valle del Lozoya.

Mito común (Aegithalos caudatus) se despide en el Valle del Lozoya.


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