Dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares y al sur del arroyo de la Dehesilla, se encuentra una de las tres partes, geológica y paisajísticamente diferentes, de la famosa Pedriza, La Pedriza Anterior. Aunque su relieve no supere los 1750 metros, en su extensión alberga una biodiversidad que sorprende al visitante, que no deja de toparse con una flora y una fauna únicas en esta zona tan cercana a varios núcleos urbanos.
Entre bosque mediterráneo y vegetación propia de las regiones de montaña, los ecosistemas forestales y matorralizados abundan en las laderas, mientras que las praderas y pastizales se abren junto con las pequeñas llanuras que quedan a la vera del camino. Un escenario magnífico para el desarrollo de la vida en La Pedriza y unas vistas espectaculares.
Una de las vistas que se puede obtener durante el paseo |
En una visita primaveral, hace ya unos meses, visité esta parte de dicho macizo, y caminando por la ladera que vierte sus aguas al Embalse de Santillana, se puede identificar bastantes aves, las cuales presentan en primavera tan coloridos plumajes y lo más importante, tan variadas melodías y cantos. Y es que durante los meses que dura esta estación y casi hasta el final del verano, las aves se vuelven más cantoras que nunca. Todo un repertorio que además de ser una maravilla, se convierte en un recurso más para identificar aves.
Macho de pinzón vulgar (Fringilla coelebs). A los pinzones les encantan, entre otras, las semillas de fresnos como este. |
Este fringílido de manchas blancas y colores rojizos, se alimenta de frutos y semillas, pero cuando no está atareado tratando de llenar su estómago, se pone en una ramita medianamente escondida y pone a prueba toda su capacidad pulmonar. Sus dos o tres trinos de forma ascendente, acaban en un floreo "chuuu-ii-o".
La tradición ganadera, en su mayoría bovina, en esta parte del norte de Madrid, provocó en su día el levantamiento de una red de muros de piedra natural, que son hoy sustrato para una variedad de especies vegetales. Entre estas, se encuentra la zarzamora, que crece en el borde y base de algunas partes de estos muros. Si paseamos mirando y atendiendo a esta espinosa planta, podemos dar con un ave de apenas unos 10 gramos que se mueve cómodamente entre sus tallos y espinas, la "bigotuda" curruca carrasqueña.
Macho de curruca carrasqueña (Sylvia cantillans). Pequeñas y esquivas, las currucas se mueven sigilosamente entre la vegetación. |
Este macho concretamente anduvo haciendo ruido entre la vegetación, hasta que, tras esperar pacientemente, salió y se posó en esta ramita seca para dejar ver su bigotera blanca, su barbilla anaranjada y su llamativo anillo ocular de un rojo vivo. Sin duda una mezcla de colores perfecta.
Dejando de lado los colores y volviendo a los cantos, una especie que brilla por su fácil identificación mediante su trino es la alondra totovía. Más pequeña que su prima campestre, este alaúdido de bosques abiertos realiza un "tliu-tliu" afalutado y descendente que puede escucharse desde lejos y que difícilmente se puede confundir.
Alondra totovía (Lullula arborea) adulto con ceba. Como su nombre científico indica, es una especie más forestal. |
Alondra totovía (Lullula arborea) adulto en un cable. En las zonas en las que abundan, es más fácil verlas colgadas de los cables. |
Cuando su pico no está lleno de invertebrados con los que dará de desayunar a sus pollos, se la puede oír desde posaderos como este en las zonas donde hay postes eléctricos o desde rocas en bordes de bosque o zonas más abiertas. De aspecto similar al del resto de aláudidos, se diferencia por la banda blanquecina que hay encima del ojo.
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus) adulto. A lo largo del recorrido las encinas esconden aves tan bonitas como esta. Más sobre esta especie haciendo click aquí. |
El herrerillo, algo más común que las últimas aves, presenta un traje amarillo con sombrero y capa de color azul. Esta pequeña ave acompaña al relicto bosque de encinas que crece desesperadamente en el rocoso suelo de La Pedriza. En este tipo de árboles, el herrerillo encuentra las orugas necesarias para su alimentación.
A medida que se va avanzando y que nos separamos más y más de las zonas más humanizadas, empezamos a alcanzar la Pedriza más salvaje, los territorios de las grandes rapaces, por lo que conviene no dejar de mirar el cielo en busca de aves como busardos ratoneros, buitres negros y leonados, águilas calzadas, culebreras o milanos.
Las características de la zona no son las adecuadas para poder albergar nidos o colonias de todas estas especies, sin embargo, la infinidad de claros que se abren en el bosque y la sucesión de pastizales dedicados al ganado, son el área de campeo perfecta para tan suculenta selección de rapaces. Allí encuentran todos y cada uno de los recursos alimenticios que necesitan y se convierten en uno de los principales atractivos de este macizo rocoso.
Estas zonas abiertas, se abren paso acompañadas en todo momento por un borde forestal, por lo que se vuelven a escuchar los cantos y trinos mientras se divisan desde lejos las plumas de colores. En este caso se trata del verdecillo, de sonido característico y de color más amarillo que verde, que no falta en cualquier itinerario de campo durante los meses de primavera y verano.
Algo menos colorido pero igual de cantrín que el serín verdecillo, se puede escuchar o llegar a ver al mosquitero papialbo, exclusivo de este momento del año. Su famoso reclamo disilábico: "chu-ii" se escucha en parte del valle y resuena entre los robles por los que principalmente se le puede encontrar.
Saliendo una vez más del frondoso bosque hacia zonas más abiertas o incluso más matorralizadas, encontramos sabinas, enebros y jaras, que adornan un paseo ya de por sí agradable. Entre las aves que se pueden ver en este escenario se encuentran las currucas, que se mueven con comodidad entre la vegetación. Sin embargo, hay un par de aves que necesitan ser más visibles y es que no quieren que las hembras de su especie se pierdan sus irresistibles colores y sus atractivos cantos.
Estos son el escribano soteño y el zarcero políglota, dos pequeños puntos amarillos que pueden verse desde lejos, cantando en lo alto de un árbol, bien visibles. El escribano reside aquí todo el año, pero el zarcero acaba de llegar de un largo viaje desde el continente africano y no puede perder un segundo y se pone a cantar
La que también ha llegado de África y ya se encuentra como en casa es la golondrina dáurica, que vuela junto a aviones comunes y golondrinas comunes de forma vertiginosa a ras del suelo, capturando los invertebrados que abundan en las zonas más abiertas.
Vuelos en círculo o picados de infarto, estas son el tipo de acrobacias que realizan para dejar embobado a cualquiera durante un largo periodo de tiempo. A su lado y casi a la misma velocidad, vuela otro grupo de aves que se distinguen claramente de las golondrinas, los vencejos.
A modo de boomerang, vuelan de un lado a otro capturando insectos voladores, hasta generar una bola de invertebrados que guardan en su boca y que utilizarán posteriormente en su nido para alimentar a su prole.
Justo debajo de tanto movimiento, se extiende el pastizal, y en él un pequeño grupo de aves comunes se alimenta sin parar un segundo. Urracas, lavanderas, estorninos, cigüeñas, gorriones, mirlos y otras muchas especies más, avanzan caminando o a saltitos, a la vez que van recopilando semillas e invertebrados, una tarea necesaria, pues su éxito marcará la diferencia en la supervivencia de sus crías.
Pincha en la imagen para ver la lista
completa de las 45 especies observadas
en la Pedriza:
A medida que se va avanzando y que nos separamos más y más de las zonas más humanizadas, empezamos a alcanzar la Pedriza más salvaje, los territorios de las grandes rapaces, por lo que conviene no dejar de mirar el cielo en busca de aves como busardos ratoneros, buitres negros y leonados, águilas calzadas, culebreras o milanos.
Águila calzada (Aquila pennata) adulto morfo claro. Fijarse en las plumas negras y la cabeza de color castaño. |
Buitre leonado (Gyps fulvus) adulto. Carroñero por excelencia, surca los cielos con su enorme envergadura. |
Buitre negro (Aegypius monachus) adulto. En el norte de Madrid y desde la Pedriza, se pueden ver ejemplares de esta emblemática rapaz. |
Busardo ratonero (Buteo buteo) adulto. Más barrado que las anteriores, se posa frecuentemente en los tendidos eléctricos. |
Culebrera europea (Circaetus gallicus) adulto. Estrictamente cazadora de ofidios (serpientes) su color claro y su cabeza marrón la delatan. |
Milano negro (Milvus migrans) adulto. Domadora del viento, esta rapaz abandona nuestros cielos todos los años a finales del verano. |
Las características de la zona no son las adecuadas para poder albergar nidos o colonias de todas estas especies, sin embargo, la infinidad de claros que se abren en el bosque y la sucesión de pastizales dedicados al ganado, son el área de campeo perfecta para tan suculenta selección de rapaces. Allí encuentran todos y cada uno de los recursos alimenticios que necesitan y se convierten en uno de los principales atractivos de este macizo rocoso.
Estas zonas abiertas, se abren paso acompañadas en todo momento por un borde forestal, por lo que se vuelven a escuchar los cantos y trinos mientras se divisan desde lejos las plumas de colores. En este caso se trata del verdecillo, de sonido característico y de color más amarillo que verde, que no falta en cualquier itinerario de campo durante los meses de primavera y verano.
Macho de serín verdecillo (Serinus serinus) adulto. Sus cantos ponen banda sonora al paisaje y ecosistema de la Pedriza. |
Mosquitero papialbo (Phylloscopus bonelli) adulto. De vientre más pálido que los otros mosquiteros y mucho menos amarillento. |
Algo menos colorido pero igual de cantrín que el serín verdecillo, se puede escuchar o llegar a ver al mosquitero papialbo, exclusivo de este momento del año. Su famoso reclamo disilábico: "chu-ii" se escucha en parte del valle y resuena entre los robles por los que principalmente se le puede encontrar.
Saliendo una vez más del frondoso bosque hacia zonas más abiertas o incluso más matorralizadas, encontramos sabinas, enebros y jaras, que adornan un paseo ya de por sí agradable. Entre las aves que se pueden ver en este escenario se encuentran las currucas, que se mueven con comodidad entre la vegetación. Sin embargo, hay un par de aves que necesitan ser más visibles y es que no quieren que las hembras de su especie se pierdan sus irresistibles colores y sus atractivos cantos.
Macho de escribano soteño (Emberiza cirlus) adulto cantando. Su canto breve y monótono recuerda al del mosquitero papialbo, pero más largo. |
Zarcero políglota (Hippolaris poliglotta) adulto cantando. Desde lo lato de una rama entona un reclamo de tipo gorrión: "trr, che-che" |
Estos son el escribano soteño y el zarcero políglota, dos pequeños puntos amarillos que pueden verse desde lejos, cantando en lo alto de un árbol, bien visibles. El escribano reside aquí todo el año, pero el zarcero acaba de llegar de un largo viaje desde el continente africano y no puede perder un segundo y se pone a cantar
La que también ha llegado de África y ya se encuentra como en casa es la golondrina dáurica, que vuela junto a aviones comunes y golondrinas comunes de forma vertiginosa a ras del suelo, capturando los invertebrados que abundan en las zonas más abiertas.
Golondrina dáurica (Cecropis daurica) adulto con la Pedriza de fondo. El evidente obispillo blanco y su cola de golondrina son inconfundibles características de la especie. |
Vuelos en círculo o picados de infarto, estas son el tipo de acrobacias que realizan para dejar embobado a cualquiera durante un largo periodo de tiempo. A su lado y casi a la misma velocidad, vuela otro grupo de aves que se distinguen claramente de las golondrinas, los vencejos.
Vencejo común (Apus apus) adulto sobrevolando pastizales. Surcando los cielos a gran velocidad va atrapando a sus diminutas presas. |
A modo de boomerang, vuelan de un lado a otro capturando insectos voladores, hasta generar una bola de invertebrados que guardan en su boca y que utilizarán posteriormente en su nido para alimentar a su prole.
Justo debajo de tanto movimiento, se extiende el pastizal, y en él un pequeño grupo de aves comunes se alimenta sin parar un segundo. Urracas, lavanderas, estorninos, cigüeñas, gorriones, mirlos y otras muchas especies más, avanzan caminando o a saltitos, a la vez que van recopilando semillas e invertebrados, una tarea necesaria, pues su éxito marcará la diferencia en la supervivencia de sus crías.
Cigüeña blanca (Ciconia ciconia) adulto marcado con la anilla de PVC: "ANEN". Es típico ver bandos en los campos que acompañan al camino. |
Estornino negro (Sturnus unicolor) adulto. Lo cierto es que sus colores no son los más llamativos, pero lo compensa con su canto. |
Lavandera blanca (Motacilla alba) adulto con ceba. Frecuente en zonas húmedas mientras se alimenta en áreas abiertas. |
Macho de mirlo (Turdus merula) adulto. Aunque llueva, las plumas no se mojan gracias a aceites que extienden por todo su cuerpo. |
Pincha en la imagen para ver la lista
completa de las 45 especies observadas
en la Pedriza:
¡Menudo repaso avifaunístico le has pegado a esa interesante región de la Pedriza que aún tenemos pendiente de recorrer 'Ojolince y Sra.'!
ResponderEliminarDejas clara la biodiversidad que alberga y por ello merece un reconocimiento y ¡por supuesto! una visita.
Enhorabuena por el artículo, Jose María y un saludo de 'Ojolince y Sra.'
¡¡¡Muchas gracias!!! A mi también me sorprendió la región es estupenda en primavera y seguramente también en cualquier época del año. Un saludo `Ojolince y Sra.´
Eliminar