martes, 27 de septiembre de 2016

Aves de la campiña

Existen una gran variedad de hábitats que las aves eligen para encontrar pareja, alimentarse o construir su nido. Cada uno de ellos tiene unos valores muy importantes que en muchos casos no somos capaces de apreciar, pero que para ellas son imprescindibles. Las aves de la campiña también han sabido encontrar esos factores que hacen de este ecosistema un lugar para quedarse.


Cuando vas paseando por un denso bosque, entre otras cosas, aprecia los árboles, la tranquilidad, los olores a pino o roble, etc. Mientras que, quizás, el pequeño herrerillo que observas con tus prismáticos, encuentra en este bosque un mundo de posibilidades, oquedades donde anidar, follaje tras el que protegerse, humedad, alimento, etc. En definitiva una serie de factores que marcan la diferencia entre un ecosistema hecho o no para vivir en él. 

Entre la gran diversidad de hábitats que recorren nuestro territorio, existe una serie de extensiones de terreno llano con parte de su superficie dedicada al cultivo. Estos campos o campiñas gozan de un mosaico vegetal en el que pueden encontrarse pequeñas y reducidas estepas, campos cultivados y otros abandonados que han dejado paso a matorrales y herbáceas.

Cardos, amapolas y otras hierbas con flores y semillas aprovechan estos abandonos para salir adelante en una tierra de origen fértil. Todas estas flores, que crecen en primavera, han sido uno de los factores para que se puedan ver grandes bandos de jilgueros aleteando en colores amarillos y negros intermitentes. El indiscriminado uso de herbicidas para parar el avance de este tipo de plantas evita que crezcan tales formaciones y por tanto desaparecen las poblaciones de estas aves.

Jilguero europeo (Carduelis carduelis).
Con su pico acabado en punta consigue hacerse con las semillas de los cardos.

Si hay un paseriforme que haya encontrado en las campiñas las necesidades básicas como para considerarlo su hogar, este es el escribano triguero. Es la banda sonora de este lugar, una especie emblemática de los cultivos y las campiñas con cierto porcentaje de arbolado disperso. Sus nombres en español y en inglés, corn bunting (escribano del maíz), dejan muy clara su predisposición por este enclave.

Escribano triguero (Emberiza calandra).
Desde perchas como esta entona su característico canto.

Y es que, la abundancia de alimento en los campos de cultivo, que forman parte de este ecosistema, atraen a una fauna singular. Muchas aves y algunos pequeños mamíferos acuden para alimentarse del grano cultivado. La abundancia de roedores entorno al trigo o la cebada y la diversidad de reptiles que, gracias a las condiciones meteorológicas, se mueven a sus anchas, son dos de los factores por los que el aguilucho cenizo, especie icono de este hábitat, prefiere campear sobrevolando estos terrenos en busca de presas como estas. El uso de raticidas o venenos para proteger las cosechas, pueden acabar, no solo con las presas del aguilucho, sino también con muchos ejemplares que ingieran por error estos bocados mortales.

Aguilucho cenizo (Circus pygargus) macho.
Su vista y su capacidad para campear largas distancias son muy útiles en la campiña.

Los roedores, las aves y los reptiles no son los únicos beneficiarios de tan diverso ecosistema. Un pequeño grupo de animales, que en ocasiones pasa desapercibido, también comparte nicho en la campiña. Nos referimos a los invertebrados, tan pequeños y con ese papel tan grande que es la polinización. Desafortunadamente para ellos, aquí se convierten en un blanco fácil para muchas aves que también han de trazar sus estrategias de supervivencia. El abuso de insecticidas, diezma las poblaciones de invertebrados y por lo tanto las de aves insectívoras.

Cogujada común (Galerida cristata).
Uno de los depredadores de insectos en la campiña.

Es muy común que los campos abandonados que ya han pasado por un proceso de colonización por especies herbáceas, alcancen el siguiente paso dentro de la sucesión vegetal. Comienzan a crecer sobre estos terrenos pequeños y aislados matorrales, que entre otras cosas cambian el aspecto del hábitat y por lo tanto los recursos. Las retamas u otros matorrales o plantas leñosas con frutos más carnosos comienzan a ofrecer alimento a aves como el verderón común o las currucas.

Verderón común (Chloris chloris) macho.
Las relamas son de las primeras plantas leñosas en aparecer tras el abandono.
Curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) macho.
Las especies anteriores a la campiña vuelven a surgir, como esta quercínea.

La siega de los cultivos, ya sea cebada, trigo u otro cereal, pone en peligro los nidos de nuestra rapaz de la campiña. Sin embargo, si se hace con cuidado evitaremos este daño y además, los restos de dicha siega serán un recurso alimenticio más para aves tales como los estorninos que, a pesar de que duermen en zonas más rurales, se alimentan en este tipo de hábitats. Con una buena gestión estaremos beneficiando a varios grupos de aves y evitaremos males mayores.

Estornino negro (Sturnus unicolor) pollo del año.
Aprovechan la vegetación de los alrededores de las casas de labranza para poner sus nidos.

Es muy común que cerca de los terrenos trabajados, exista un pequeño núcleo de población, donde las posibilidades se vuelven a multiplicar y muchas especies encuentran oportunidades y ventajas en esta mezcla de campiña y hábitat rural. Es el caso del cada vez más escaso gorrión o la tórtola turca, un caso totalmente opuesto ya que sus poblaciones pasan por un momento de crecimiento y expansión.

Tórtola turca (Streptopelia decaocto) pareja.
Posadas en los cables de las afueras de las poblaciones.
Gorrión común (Passer domesticus) macho.
Granívora por excelencia, está sufriendo un retroceso a causa del abandono de las zonas rurales.

Los alrededores de pueblos y aldeas de tradiciones agrícolas, estrechamente relacionadas con la campiña suelen albergar también una pequeña fauna alada bastante típica de este ecosistema. Urracas y otros córvidos que se alimentan tanto en los campos como en estos núcleos urbanos, golondrinas, que sobrevuelan al ras los cereales capturando en vuelo insectos voladores, pero que necesitan de una buena pared vertical para construir sus nidos y otras aves, como el gorrión chillón que se deja ver en ocasiones por campiñas con un poco más de relieve o con taludes, donde anida la especie.

Golondrina común  (Hirundo rústica)
Descansando en un cable,elemento asociado artificial de los entornos rurales.
Gorrión chillón (Petronia petronia)
Los cables son un recurso territorial, desde donde cantar y reclamar un área de cría.

A lo largo de la campiña, existen una serie de pequeñas dehesas creadas por el abandono de pequeños cultivos arbóreos como los olivos. Entre sus troncos vuelan, currucas, pardilllos o tarabillas, un pequeño grupo de aves que han encontrado un nicho perfecto para explotar. Los pa´ridos, como el herrerillo o el carbonero se desarrollan con soltura en un ecosistema de este tipo. Las orugas y otros invertebrados que forman parte de su dieta abundan en estos entornos, además de que la madera abandonada posee oquedades en las que nidificar.

Carbonero común (Parus major) macho.
Colgado de esta  valla, trae una ceba para sus pollos, que se encuentran en un olivo cercano.
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus).
Los troncos de los olivos abandonados son perfectos para nidos tan bien protegidos como este.

Es bastante habitual que en las cercanías de nuestra campiña, se extienda el serpenteante curso de un río o un pequeño arroyo. Esto se debe a la necesidad de este recurso para que los terrenos mantengan algo de humedad, o para abastecer pueblos como los anteriores. En su orilla, crece sin apenas freno, un pequeño bosque de ribera en el que se pueden escuchar los cantos del ruiseñor común, o el "tur tur" de una especie también de la campiña y no tan restringida al bosque de ribera como el ruiseñor, la tórtola europea, ave del año 2015, considerada como tal por sus problemas de conservación.

Ruiseñor común (Luscinia megaryhnchos) cantando.
Sus melódicos trinos resuenan en el estrecho bosquecillo que nutre las tierras de labranza.
Tórtola europea (Streptopelia turtur).
Su típico canto, frecuente en primavera, se oye cada vez menos en los campos de rastrojos.

Los problemas de conservación que desgraciadamente abundan en un ecosistema aparentemente pobre, pero con una riqueza tan especial, están a la orden del día y por lo tanto es importante diseñar estrategias que permitan frenar las problemas y amenazas que tantos efectos negativos tienen sobre las poblaciones de aves y otros animales.

Casos como el de la Campiña sur de Extremadura, donde desde el año 2004 se declaró como ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y que se viene gestionando como parte de la Red Natura 2000, es un claro ejemplo de que existe algo de esperanza que nos invita a ser optimistas en cuanto a la conservación de las campiñas y su habitantes.

martes, 20 de septiembre de 2016

Cantos y colores de La Pedriza

Dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares y al sur del arroyo de la Dehesilla, se encuentra una de las tres partes, geológica y paisajísticamente diferentes, de la famosa Pedriza, La Pedriza Anterior. Aunque su relieve no supere los 1750 metros, en su extensión alberga una biodiversidad que sorprende al visitante, que no deja de toparse con una flora y una fauna únicas en esta zona tan cercana a varios núcleos urbanos.


Entre bosque mediterráneo y vegetación propia de las regiones de montaña, los ecosistemas forestales y matorralizados abundan en las laderas, mientras que las praderas y pastizales se abren junto con las pequeñas llanuras que quedan a la vera del camino. Un escenario magnífico para el desarrollo de la vida en La Pedriza y unas vistas espectaculares.

Paisaje de La Pedriza
Una de las vistas que se puede obtener durante el paseo

En una visita primaveral, hace ya unos meses, visité esta parte de dicho macizo, y caminando por la ladera que vierte sus aguas al Embalse de Santillana, se puede identificar bastantes aves, las cuales presentan en primavera tan coloridos plumajes y lo más importante, tan variadas melodías y cantos. Y es que durante los meses que dura esta estación y casi hasta el final del verano, las aves se vuelven más cantoras que nunca. Todo un repertorio que además de ser una maravilla, se convierte en un recurso más para identificar aves.

Pinzón vulgar (Fringilla coelebs)
Macho de pinzón vulgar (Fringilla coelebs).
A los pinzones les encantan, entre otras, las semillas de fresnos como este.

Este fringílido de manchas blancas y colores rojizos, se alimenta de frutos y semillas, pero cuando no está atareado tratando de llenar su estómago, se pone en una ramita medianamente escondida y pone a prueba toda su capacidad pulmonar. Sus dos o tres trinos de forma ascendente, acaban en un floreo "chuuu-ii-o".

La tradición ganadera, en su mayoría bovina, en esta parte del norte de Madrid, provocó en su día el levantamiento de una red de muros de piedra natural, que son hoy sustrato para una variedad de especies vegetales. Entre estas, se encuentra la zarzamora, que crece en el borde y base de algunas partes de estos muros. Si paseamos mirando y atendiendo a esta espinosa planta, podemos dar con un ave de apenas unos 10 gramos que se mueve cómodamente entre sus tallos y espinas, la "bigotuda" curruca carrasqueña. 

Curruca carrasqueña (Sylvia cantillans)
Macho de curruca carrasqueña (Sylvia cantillans).
Pequeñas y esquivas, las currucas se mueven sigilosamente entre la vegetación.

Este macho concretamente anduvo haciendo ruido entre la vegetación, hasta que, tras esperar pacientemente, salió y se posó en esta ramita seca para dejar ver su bigotera blanca, su barbilla anaranjada y su llamativo anillo ocular de un rojo vivo. Sin duda una mezcla de colores perfecta.

Dejando de lado los colores y volviendo a los cantos, una especie que brilla por su fácil identificación mediante su trino es la alondra totovía. Más pequeña que su prima campestre, este alaúdido de bosques abiertos realiza un "tliu-tliu" afalutado y descendente que puede escucharse desde lejos y que difícilmente se puede confundir.

Alondra totovía (Lullula arborea)
Alondra totovía (Lullula arborea) adulto con ceba.
Como su nombre científico indica, es una especie más forestal.
Alondra totovía (Lullula arborea)
Alondra totovía (Lullula arborea) adulto en un cable.
En las zonas en las que abundan, es más fácil verlas colgadas de los cables.

Cuando su pico no está lleno de invertebrados con los que dará de desayunar a sus pollos, se la puede oír desde posaderos como este en las zonas donde hay postes eléctricos o desde rocas en bordes de bosque o zonas más abiertas. De aspecto similar al del resto de aláudidos, se diferencia por la banda blanquecina que hay encima del ojo.

Herrerillo común (Cyanistes caeruleus)
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus) adulto.
A lo largo del recorrido las encinas esconden aves tan bonitas como esta.
Más sobre esta especie haciendo click aquí.

El herrerillo, algo más común que las últimas aves, presenta un traje amarillo con sombrero y capa de color azul. Esta pequeña ave acompaña al relicto bosque de encinas que crece desesperadamente en el rocoso suelo de La Pedriza. En este tipo de árboles, el herrerillo encuentra las orugas necesarias para su alimentación.

A medida que se va avanzando y que nos separamos más y más de las zonas más humanizadas, empezamos a alcanzar la Pedriza más salvaje, los territorios de las grandes rapaces, por lo que conviene no dejar de mirar el cielo en busca de aves como busardos ratoneros, buitres negros y leonados, águilas calzadas, culebreras o milanos.

Águila calzada (Aquila pennata)
Águila calzada (Aquila pennata) adulto morfo claro.
Fijarse en las plumas negras y la cabeza de color castaño.
Buitre leonado (Gyps fulvus)
Buitre leonado (Gyps fulvus) adulto.
Carroñero por excelencia, surca los cielos con su enorme envergadura.
Buitre negro (Aegypius monachus)
Buitre negro (Aegypius monachus) adulto.
En el norte de Madrid y desde la Pedriza, se pueden ver ejemplares de esta emblemática rapaz.
Busardo ratonero (Buteo buteo)
Busardo ratonero (Buteo buteo) adulto.
Más barrado que las anteriores, se posa frecuentemente en los tendidos eléctricos.
Culebrera europea (Circaetus gallicus)
Culebrera europea (Circaetus gallicus) adulto.
Estrictamente cazadora de ofidios (serpientes) su color claro y su cabeza marrón la delatan.
Milano negro (Milvus migrans)
Milano negro (Milvus migrans) adulto.
Domadora del viento, esta rapaz abandona nuestros cielos todos los años a finales del verano.

Las características de la zona no son las adecuadas para poder albergar nidos o colonias de todas estas especies, sin embargo, la infinidad de claros que se abren en el bosque y la sucesión de pastizales dedicados al ganado, son el área de campeo perfecta para tan suculenta selección de rapaces. Allí encuentran todos y cada uno de los recursos alimenticios que necesitan y se convierten en uno de los principales atractivos de este macizo rocoso.

Estas zonas abiertas, se abren paso acompañadas en todo momento por un borde forestal, por lo que se vuelven a escuchar los cantos y trinos mientras se divisan desde lejos las plumas de colores. En este caso se trata del verdecillo, de sonido característico y de color más amarillo que verde, que no falta en cualquier itinerario de campo durante los meses de primavera y verano.

Serín verdecillo (Serinus serinus)
Macho de serín verdecillo (Serinus serinus) adulto.
Sus cantos ponen banda sonora al paisaje y ecosistema de la Pedriza.
Mosquitero papialbo (Phylloscupos bonelli)
Mosquitero papialbo (Phylloscopus bonelli) adulto.
De vientre más pálido que los otros mosquiteros y mucho menos amarillento.

Algo menos colorido pero igual de cantrín que el serín verdecillo, se puede escuchar o llegar a ver al mosquitero papialbo, exclusivo de este momento del año. Su famoso reclamo disilábico: "chu-ii" se escucha en parte del valle y resuena entre los robles por los que principalmente se le puede encontrar.

Saliendo una vez más del frondoso bosque hacia zonas más abiertas o incluso más matorralizadas, encontramos sabinas, enebros y jaras, que adornan un paseo ya de por sí agradable. Entre las aves que se pueden ver en este escenario se encuentran las currucas, que se mueven con comodidad entre la vegetación. Sin embargo, hay un par de aves que necesitan ser más visibles y es que no quieren que las hembras de su especie se pierdan sus irresistibles colores y sus atractivos cantos.

Escribano soteño (Emberiza cirlus)
Macho de escribano soteño (Emberiza cirlus) adulto cantando.
Su canto breve y monótono recuerda al del mosquitero papialbo, pero más largo.
Zarcero políglota (Hipolais polyglotta)
Zarcero políglota (Hippolaris poliglotta) adulto cantando.
Desde lo lato de una rama entona un reclamo de tipo gorrión: "trr, che-che"

Estos son el escribano soteño y el zarcero políglota, dos pequeños puntos amarillos que pueden verse desde lejos, cantando en lo alto de un árbol, bien visibles. El escribano reside aquí todo el año, pero el zarcero acaba de llegar de un largo viaje desde el continente africano y no puede perder un segundo y se pone a cantar

La que también ha llegado de África y ya se encuentra como en casa es la golondrina dáurica, que vuela junto a aviones comunes y golondrinas comunes de forma vertiginosa a ras del suelo, capturando los invertebrados que abundan en las zonas más abiertas.

Golondrina dáurica (Cecropis dáurica)
Golondrina dáurica (Cecropis daurica) adulto con la Pedriza de fondo.
El evidente obispillo blanco y su cola de golondrina son inconfundibles características de la especie.

Vuelos en círculo o picados de infarto, estas son el tipo de acrobacias que realizan para dejar embobado a cualquiera durante un largo periodo de tiempo. A su lado y casi a la misma velocidad, vuela otro grupo de aves que se distinguen claramente de las golondrinas, los vencejos.

Vencejo común (Apus apus)
Vencejo común (Apus apus) adulto sobrevolando pastizales.
Surcando los cielos a gran velocidad va atrapando a sus diminutas presas.

A modo de boomerang, vuelan de un lado a otro capturando insectos voladores, hasta generar una bola de invertebrados que guardan en su boca y que utilizarán posteriormente en su nido para alimentar a su prole.

Justo debajo de tanto movimiento, se extiende el pastizal, y en él un pequeño grupo de aves comunes se alimenta sin parar un segundo. Urracas, lavanderas, estorninos, cigüeñas, gorriones, mirlos y otras muchas especies más, avanzan caminando o a saltitos, a la vez que van recopilando semillas e invertebrados, una tarea necesaria, pues su éxito marcará la diferencia en la supervivencia de sus crías.

Cigüeña blanca (Ciconia ciconia)
Cigüeña blanca (Ciconia ciconia) adulto marcado con la anilla de PVC: "ANEN".
Es típico ver bandos en los campos que acompañan al camino.
Estornino negro (Sturnus unicolor)
Estornino negro (Sturnus unicolor) adulto.
Lo cierto es que sus colores no son los más llamativos, pero lo compensa con su canto.
Lavandera blanca (Motacilla alba)
Lavandera blanca (Motacilla alba) adulto con ceba.
Frecuente en zonas húmedas mientras se alimenta en áreas abiertas.
Milro común (Turdus merula)
Macho de mirlo (Turdus merula) adulto.
Aunque llueva, las plumas no se mojan gracias a aceites que extienden por todo su cuerpo.




Pincha en la imagen para ver la lista
completa de las 45 especies observadas
en la Pedriza:

martes, 13 de septiembre de 2016

La vega del Tajo

El río más largo de la Península Ibérica serpentea por todo su recorrido, desde que nace en Teruel hasta que desemboca en el Atlántico en la costa lisboeta. En su paso por nuestro territorio, hace un descanso en una pequeña región entre Toledo y Talavera de la Reina. Allí la flora y la fauna se abre paso entre extensos campos de cultivo de secano sin necesidad de una figura de protección.


Un simple paseo por las orillas de este río y es posible sentir colores, olores y sonidos que delatan la vida que se nutre de sus aguas. Miles de invertebrados, macrófitos y vegetación palustre, así como el bosque de galería, que aun reducido, sigue ofreciendo refugio a varias especies, entre ellas de aves.

De entre todas las que pueden observarse, destaca mucho la presencia de milano negro y milano real, sobretodo en la época primaveral y estival. Estos extensos campos entorno al río atraen a muchas de las presas de este tipo de rapaces, entre las que también se puede encontrar el aguilucho lagunero occidental.

Milano negro (Milvus migrans) adulto sobrevolando los campos.
Entre milanos la diferencia radica, entre otras en el dibujo de la cara y la forma de la cola.
Un ave que está continuamente en alerta para evitar depredadores tanto o más voraces que los anteriores es la perdiz roja. A parte de ser un ave cinegética, la perdiz forma parte de la dieta de algunos depredadores de nuestra fauna. Sin embargo, no podemos evitar sentirnos atraídos por sus movimientos elegantes y tímidos, aunque cuando llega el atardecer, se relajan mucho más y se las puede ver descansando en lugares como este, donde aprovechan el calor de que las tejas han acumulado durante las horas de sol.

Perdiz roja (Alectoris rufa) adulto descansando.
La disposición de su plumaje es tan conocida como su reclamo, fácil de escuchar por la vega del Tajo.
En la orilla del río, sobre los árboles más grandes que se pueden encontrar, construye su nido un ave migratoria que, al llegar septiembre, abandona estos terrenos regados por el Tajo para alcanzar el continente africano. Nos referimos a la cigüeña blanca, más típica de campanarios y edificios históricos. Una maravillosa especie fiel a sus nidos a los que cada año va añadiendo palos.

Cigüeña blanca (Ciconia ciconia) adulto en el nido colocando material.
Estas grandes plataformas suelen ser bastante estables, aunque pesadas y vulnerables frente a los fuertes vientos.
Cigüeña blanca (Ciconia ciconia) adulto en vuelo.
Durante su viaje se pueden llegar a juntar más de 10.000 cigüeñas para migrar en bandos.
Es un lugar lleno de aláudidos, por su paisaje y características que hacen propicia la nidificación de estos paseriformes. Entre las especies más sencillas de identificar, se encuentra la cogujada común, aunque la que más me gusta escuchar es la alondra totovía con su "tlu-i, tlu-i, tlu-i..." descendente e inconfundible que se hace oír desde lejos.

Alondra totovía (Lullula arbórea) adulto en un cable.
Cuando no está cantando se ve su peculiar diseño, con unas cejas claras y oscuras.
Otro grupo de aves que abundan en la ribera son el grupo de las golondrinas y los aviones, conocidos como hirundíneos. De esta familia se ven muchas golondrinas comunes y golondrinas dáuricas, así como saludables colonias de avión común. Estas aves se alimentan en los campos y orillas que rodean al Tajo, donde abundan los insectos voladores de los que se alimentan y donde pueden encontrar el barro con el que construyen sus nidos. Aunque seguro que les cuesta dormir mucho más con este vecino de colores oscuros y cola rojiza que no para de cantar en todo el día, incluso alguna vez se les oye de madrugada.

Macho de colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) adulto cantando desde un tejado.
Aunque es un ave típica de medios rocosos, ha encontrado un hueco en pueblos y alrededores de las ciudades.
Avión común (Delichon umbricum) adulto asomando por la abertura del nido.
Se pueden ver pequeños grupos de aviones comunes recoger barro en los charcos de la vega del Tajo. 
Golondrina dáurica (Hirundo daurica) adulto descansando en un cable.
Con un obispillo claro y un diseño facial diferente al de sus parientes, la dáurica es única.
La influencia del río se puede presenciar desde que se comienza a pasear por sus alrededores. Continuamente pasan agradables bandos de abejarucos europeos para aprovechar el abundante número de abejas, abejorros y otros invertebrados que en primavera sobrevuelan los floridos campos que riega el Tajo. Además, los taludes de las orillas de este río son un lugar ideal para nuestros coloridos abejarucos, que escavan largos túneles donde criarán a sus futuros compañeros de viaje.

Abejaruco europeo (Merops apiaster) adulto descansando junto a la colonia.
Las perchas como esta son necesarias cerca de los nidos y suelen llenarse cuando la primavera avanza.
Entre los vecinos de los abejarucos se encuentra la lavandera boyera, que no pierde la oportunidad de salirse del curso del río, donde suele verse, para atrapar mariposas en los caminos por los que avanzo. Algo más colorida que su pariente la lavandera blanca, la boyera muestra unos colores amarillos y un singular dibujo en forma de antifaz con un borde claro por encima del ojo.

Lavandera boyera (Motacilla flava) adulto en un arbusto seco.
Se mueve mucho por los cultivos de regadío de la vega del Tajo en su paso por Toledo.
El pasillo de vegetación que se crea entre estos cultivos, o las fincas de labranza, se nutre del agua del Tajo y atrae a una enorme diversidad de aves propias de estas zonas con algo más de vegetación leñosa.

Entre los beneficiarios de la superficie arbolada se encuentra un grupo de aves famosas por su voracidad y su instinto depredador, los alcaudones. Para ser concretos, el alcaudón común y el alcaudón real son los que encuentran en esta vega la oportunidad alimenticia y los requisitos de nidificación para poder residir en el territorio.

Aún así han de estar pendientes, porque por los alrededores suele ser muy común encontrarse con astutos bandos de grajillas occidentales que no dejan pasar una oportunidad de robar alimento que tanto les a costado atrapar a sus vecinos.

Alcaudón común (Lanius senator) adulto posado en una rama.
Desde este tipo de posaderos, el alcaudón es capaz de detectar invertebrados y otras presas.
Alcaudón real (Lanius meridionalis) adulto  descansando en una rama.
Aunque de aspecto parecido, los colores del alcaudón real difieren bastante del común.
Grajilla occidental (Corvus monedula) adulto en la cercanía del nido.
De ojos claros y tonalidades grises en la nuca, esta oportunista es pariente de los cuervos.
Por último, no puedo olvidarme de los colores de los fringílidos, que hacen bastante agradable el paseo por esta pequeña comarca. Los cantos y colores del serín verdecillo desde cualquier rama alta en la copa de los árboles, los verdes y amarillos del verderón común, los rojos, negros y amarillos detalles del plumaje de los cardelinos o jilgueros europeos y los llamativos pechos de color rojo de los tímidos pardillos. Una variedad de tonalidades que mezcladas con las amapolas, las lavandas y las flores de los cardos, recuerdan la estación que le da vida al lugar.

Jilguero europeo (Carduelis carduelis) adulto comiendo los brotes tiernos de esta rama.
Los adultos y los jóvenes se diferencian muy bien, pues solo los primero tienen la cara de color rojo.
Serín verdecillo (Serinus serinus) adulto cantando desde la copa de un árbol.
El sonido del verdecillo "triliiit", en busca de pareja, resuena durante toda la primavera.
Macho de verderón común (Chloris chloris) adulto sobre una rama.
Aunque no es tan ruidoso como el verdecillo, también se le oye reclamar su territorio.
Y hablando de cantos... ¡Casi lo olvido! La especie por excelencia de los campos, el escribano triguero, cuyo canto se escucha desde lejos y del que muchos dicen que recuerda a una canica cayendo. 

Escribano triguero (Emberiza calandra) adulto tras llevar material al nido.
Durante el momento previo a la puesta, ambos sexos contribuyen en la construcción del nido.
Este ave no pertenece a la familia de los fringílidos, sino que es parte de otra familia diferente, lo que muestra que este sitio es un pequeño baúl donde se guardan tesoros como los que hemos visto y otros muchos más. Otras muchas aves como garzas, garcillas, vencejos, carboneros, herrerillos, gorriones, ánades, y así hasta llegar a las 48 especies, también han encontrado este paraje que ofrece tantas oportunidades gracias a su estrecha relación con el río, que tanto cuidado se merece.


 Ver lista completa

Pincha en la imagen para ver la lista 
completa de las 48 especies observadas 
en la vega del Tajo: