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sábado, 23 de diciembre de 2023

Laguna de El Oso y la Moraña

¡Hola! 

La última salida del 2023 tuvo lugar en un enclave único, un pequeño rincón de la provincia de Ávila con fama merecida, la Laguna de El Oso. A menos de 150km de Madrid este pequeño oasis en mitad de las campiñas sirve de refugio a cientos de aves de decenas de especies. Así fue como lo vivimos, viendo a las anátidas comiendo y descansando, a los ánsares pastando y a las grullas entusiasmadas gritando. Un espectáculo natural muy bucólico, perfecto para despedir las excursiones de 2023. ¡Vamos allá con la crónica!

Avifauna variada en la Laguna de El Oso
Amanecía entre nieblas en la comarca de la Moraña y veíamos, como de costumbre, la silueta del águila imperial sobre su torreta favorita. A más de 100km/h es difícil apreciar detalles, pero los hombros blancos se los vimos con claridad. Íbamos llegando a nuestro destino y el azul reluciente de la Laguna de El Oso rompía la monotonía verde y marrón de cultivos y barbechos que inundan la comarca. Nuestro primer destino, el observatorio. No terminamos de iniciar el camino y ya veíamos por sus alrededores bisbitas, lavanderas, perdices o avefrías. Los cernícalos vulgares se desperezaban en sus cajas y las grajillas armaban revuelo a nuestro paso. El sol del amanecer era un revitalizante natural para todos, humanos visitantes incluidos.

Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) sobre las ramas de un árbol. Las marcadas lágrimas junto a los ojos lo diferencian del primilla

Una vez en el observatorio pudimos ver a lo lejos las primeras grullas del día. Tímidamente se las oía entre el griterío de ánsares que se alimentaba en los campos. Lejos de los números de otros años, revisamos los grupos de ánsares en busca de caretos o alguna otra sorpresa, pero no tuvimos suerte. En la lámina de agua, en seguida, empezamos a ver anátidas como tarros blancos, cercetas comunes, cucharas comunes, ánades azulones, ánades frisos, silbones europeos e incluso algún ánade rabudo. Aquello parecía una convención de patos. En la orilla se agrupaban las avefrías, una detrás de otra y tímidamente entre ellas aprecian las cabecitas de los chorlitos dorados europeos que más tardes darían un espectáculo de blancos y dorados con vuelos impresionantes por encima de la laguna. Poco a poco fuimos encontrando especies de aves que se ocultaban, a priori, a nuestra vista. La más interesante la aguja colinegra, que estaba caminando por la orilla y acicalándose.

Después de empacharnos de acuáticas aparecieron algunas aves como laguneros o milanos reales, que removieron un poco el gallinero y facilitaron nuevas observaciones de las especies mencionadas y alguna nueva como el andarríos grande.


Bando de avutarda común (Otis tarda). Los cuellos gruesos y el color herrumbroso intenso en la base de los mismos, son diagnósticos para diferenciar machos de hembras.

Viajamos al norte en busca de avutardas y otras aves esteparias justo antes de la hora de la comida. En la primera parada costó mucho dar con ellas. El silencio se apoderaba de las campiñas y solo una grulla solitaria y los bandos de jilgueros interrumpían la serenidad del lugar. Después de adentrarnos por los embarrados caminos, llegar al final y dar media vuelta, vemos un precioso macho de aguilucho pálido volando sobre los barbechos. Mientras contemplábamos su fluido vuelo, Carmen logró localizar un bando de avutardas oculto entre la vegetación. Era unos preciosos machos de avutarda. Estuvimos un rato contemplándolos después de haber estado buscándolos durante casi una hora a pesar del rugir de nuestros estómagos.

Grupo observando las avutardas

Grupo observando las avutardas

Tras finalizar el paseo y comer en una entretenida área recreativa desde la que escuchamos los lúganos, vimos aguilucho pálido, pinzones y disfrutamos de la compañía de un precioso colirrojo tizón, volvimos a adentrarnos en las campiñas, en este caso en el entorno del río Zapardiel. Nada más llegar pudimos ver un inmaculado adulto de águila imperial sobre uno de los riegos. La vimos de maravilla con los prismáticos, pero en cuanto pusimos el telescopio, huyó como una cobarde. Las alondras comunes, cogujadas comunes y calandrias embellecían el paisaje con su canto y reclamo que nos transporta a días más propios de mayo que de diciembre.

Las avefrías y los estorninos levantaban a decenas creando nubes únicas y reconocibles que parecen pinceladas en el cielo. El escenario está llenos de protagonistas. Las avutardas nos pasan volando y otro bando enorme aparece al fondo. Ya las hemos visto en incontables ocasiones a lo largo de la geografía española, algunas veces en lugares emblemáticos como Villafáfila y otras veces cerca de casa en Madrid, pero no dejan de sorprendernos y fascinarnos. Aunque lejos, fuimos tropezando con más bandos, lo que en un lugar nos había costado, en el otro nos habíamos hartado. 

Estuvimos observando con detenimiento los bandos de estorninos y pudimos ver que gran parte del bando estaba formado por estorninos pintos camuflados entre los estorninos negros. El alimento abunda en los barbechos y labrados donde también se pueden escuchar bisbitas pratenses y lavanderas blancas buscando invertebrados. Así también vimos a los zorzales charlos que asumían riesgos abandonando la seguridad del pinar. 

Grullas comunes (Grus grus) junto a las orillas de la Laguna, levantando poco a poco.

Dejamos atrás este paisaje de cultivos y nos pusimos de camino a la Laguna de El Oso. En este caso hicimos lavado de cara con una nueva perspectiva: nuevo punto de observación, última hora y mejor temperatura. Aunque nuestro objetivo principal era ver la entrada de grullas en la laguna, no pudimos resistirnos a chequear el humedal y ver como se activaban las anátidas. Entre tanto mirar localizamos dos nuevas especies, agachadiza común y la deseada avoceta común. Mientras las contemplábamos, las grullas se fueron acercando notoriamente a la laguna.  Posicionamos el telescopio en dirección al bando y en seguida encontramos un pollo del año anillado en Polonia y otro ejemplar de Alemania. 

Grulla común (Grus grus) anillada en Alemania

Más de 400 grullas se fueron acumulando en el borde de la laguna, el griterío es una melodía deliciosa para nuestros sentidos. Verlas llegar en grandes grupos, con el colorado fondo de la caída del sol y el reflejo del cielo azul sobre el agua vidriosa es una experiencia que no puedes vivir cualquier día. El resto de especies acompañan el momento y es fácil ver, gorriones molineros, escribanos trigueros, estorninos negros y pintos esperando inquietos la entrada al dormidero. Fue una escena perfecta para despedir un día formidable. 


Bando de grulla común (Grus grus) agrupándose al atardecer. Es fácil distinguir adultos con cuellos negros y blancos, de pollos con rostros y cuellos aún sin marcar.


Anátidas en la Laguna de El Oso

Esperamos poder repetir esta y otras muchas excursiones más el próximo 2024 que ya viene cargado de nuevos planes.

¡Hasta pronto!

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