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lunes, 18 de diciembre de 2023

Alto Tajo

 ¡Hola!

Tras el éxito rotundo de nuestra visita al Alto Tajo de noviembre, repetimos este mes de diciembre la salida, en esta ocasión con el grupo de personas que no pudo asistir en noviembre y alguno más. A excepción de algunos cambios la ruta fue muy similar y también fue perfecta. Pudimos adentrarnos en los hoces horadadas del Tajo descubriendo la riqueza de sus sierras y bosques e incluso nos acercamos a escuchar al búho real al atardecer. Fue una excursión redonda donde la única baja fue el dichoso treparriscos que este año se niega a aparecer. Os cuento lo bien que lo pasamos y las anécdotas que surgieron durante la excursión ¡Vamos allá!

Bando de buitre leonado (Gyps fulvus)

Empezábamos la salida recogiendo a unos compañeros en La Garena y aprovechando para ver a la pareja de halcones peregrinos que cría ahí. Todavía no había amanecido y la hembra ya se estaba zampando una paloma de desayuno. Fue un buen comienzo y todos disfrutamos de su presencia, incluso el macho salió en vuelo y nos dio una pasada.

Halcón peregrino (Falco peregrinus) en la torre de La Garena

Continuamos nuestro itinerario por las carreteras que llevan al Alto Tajo viendo como el termómetro se desplomaba, salía y entraba de los números negativos y poco a poco todo se cubría de blanco. No podemos decir que el paisaje fuera desagradable, pero la temperatura un poco sí lo fue. Empezamos en -2ºC y prueba de ello era que el suelo, las vallas e incluso algunas plantas estaban totalmente escarchadas. Eso no nos impidió observar las primeras especies del día, una pareja de pico picapinos reclamando en su rama resonante preferida. Macho y hembra se diferencian bien por la mancha roja de la nuca presente en los machos y ausente en las hembras. Al poco rato de esta observándoles, parecieron un grupito de piquituertos, un bando mixto de hembras y machos que se mostraba tranquilo y nos permitía disfrutar de su presencia. Cerca de donde habíamos aparcado, pinzones, trepadores, mirlos y algún que otro carbonero común salían a darnos los bueno días.

Detalle del frío que hacía con todo congelado.

Macho de pico picapinos (Dendrocopos major) el rojo de la nuca es una característica única en los machos adultos

Grupo de piquituertos comunes (Loxia curvirostra) el dimorfismo sexual es evidente con machos rojizos y hembras verdosas

Empezamos a andar y pronto pudimos escuchar a los picogordos revoloteando así como a los herrerillos comunes y a los petirrojos. Estaba todo tan congelado que costaba ver actividad en las aves. Poco a poco el si fue calentando el ambiente y se animaron una lavandera cascadeña y un herrerillo capuchino. En las zonas de cardos se agrupaban los jilgueros y sonaba de fondo algunos luganos desagradecidos que no quisieron posar para nosotros. 

Herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus) sobre el camino. Esa cresta es inconfundible.

Hembra de reyezuelo listado (Reguus regulus) el amarillo homogéneo del píleo es típico de las hembras

El bosque se fue cerrando y la vegetación lo cubría todo. Escuchamos los mitos entre los pinos y al agateadores difícil de detectar cuando la vegetación es tan densa. Los buitres se fueron animando y enseguida pudimos verles cicleando. 

Los cortados del río Tajo fueron apareciendo y con ello las estructuras kársticas tan características del parque. En esta ocasión la cascada tobácea estaba bastante congelada. Si no fuera por el sol el camino hubiera sido difícil por la temperatura. Eso sí, la escena una maravilla. No perdíamos de vista la paredes ni el cielo. Dos de nuestras especies objetivo podrían andar cerca. El primero el treparriscos que se nos volvió a escapar, el segundo la perdicera que tiene un territorio cercano y en otras ocasiones, no en las salidas de este año, hemos podido disfrutar de su majestuoso vuelo. Buscando y buscando por los cortados, logramos dar con una misteriosa silueta en lo alto de un pino a unos 900 metros de distancia. ¡Bingo! Era la perdicera, aunque lejos para verla bien, su silueta su vientre blanco y su talla no dejaron lugar a dudas.

Águila perdicera (Aquila fasciata) desde esa distancia solo con el telescopio se podían intuir algunos de sus aspectos más característicos. Aunque el posadero en árbol sobre cortado es típico de la especie.

No la perdimos de ojo hasta que un cerambícido nos despistó. En ese momento la perdimos de vista, debió salir en vuelo hacia su lugar de caza y no la volveríamos a ver en todo el día.

Monochamus galloprovincialis

Ya a la vuelta el día parecía otro. La cascada tobácea se había descongelado, el suelo en vez de una dura roca petrificada se había derretido y era un barro resbaladizo y la temperatura había aumentado de forma agradable. Tanto fue así que vimos varias mariposas e incluso una pareja de libélulas acopladas poniendo huevos en un charco cerca del arroyo. De pronto todo era primaveral. Volvíamos sobre nuestros pasos y descubríamos especies que se nos habían resistido a la ida. Entre las más interesantes un roquero solitario y un verderón serrano que se ocultó dejándonos con las ganas de verlo bien.

Cascada tobácea congelada


Macho de roquero solitario (Monticola solitarius)

Fuimos a comer y no pudimos quitar la vista del cielo en busca del águila real que tantas alegrías nos dio en noviembre y que esta vez se la echaba en falta. Buitres y más buitres se reunían en giratorios bandos que subían con el ligero acariciar de las corrientes térmicas. Cuando íbamos por el postre, una flecha se dibujaba en el cielo. ¡Grullas! Palabra mágica, como diría Ana. Todos nos levantamos y pudimos verlas atravesar el lugar con soltura. El finde semana entero había sido bueno para el paso y el sábado en la sierra de Altomira pudimos ver bien varios bandos. 

Bando de grulla común (Grus grus) en vuelo sobre el Alto Tajo
Jilguero europeo (Carduelis carduelis) jugando a ser un treparriscos

Seguíamos sin ver al águila real. Terminamos de comer y fuimos a tomar un café al bar Pico del Alar donde  no llegamos ni a pedir el café cuando Paco gritó: ¡Real! Salimos escopetados hacia fuera del bar para sorpresa de Elena que nos atendía amablemente. Se quedó sorprendida. Vimos al águila real siendo atacada por un halcón peregrino y cuando desapareció volvimos a por nuestro merecido café. Menuda anécdota. Se lo explicamos un poco a Elena y lo entendió enseguida, no debíamos ser los primeros... Nos despedimos de los dueños del bar que fueron muy amables dándonos recomendaciones sobre pajareo por la zona. Al salir se dejaba de nuevo ver el águila real, esta vez atacada por un cuervo. A la pobre no le dejan tranquila ni sus vecinos.

Águila real (Aquila chrysaetos) las marcas blancas en la parte inferior del ala y en la cola son típicas de un subadulto

Halcón peregrino (Falco peregrinus) arriba hostigando al águila real (Aquila chrysaetos) abajo. Este es un comportamiento habitual del peregrino, en ocasiones también lo hace sobre buitres y otras rapaces.

Nos marchamos satisfechos de nuestra visita al noroeste del gran Parque Natural del Alto Tajo con destino el río Linares, al norte del espacio. De camino nos pararíamos a observar alcaudón real, escribano triguero o gorriones chillones que se colocaban estratégicamente en los cables de los páramos, encima de los cañones. Una vez en nuestro destino, nos adentramos en otro cortado, pero esta vez a la sombra. Nos pusimos nuestros abrigos, guantes, gorros y bufandas y comenzamos la ruta con observaciones de chova piquirroja, cernícalo vulgar y buitre leonado. Algunas nuevas y otras repetidas, pero sin duda todas preciosas. El valle se iba abriendo y de pronto apareció un gavilán que levantó a las chovas de su posadero.

Pareja de gorrión chillón (Petronia petronia). Las marcadas listas de si cabeza lo diferencian bien de las hembras de gorrión común con quienes puede confundirse


Escribano triguero (Emberiza calandra)

Paisaje en el Alto Tajo

Pareja de chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) sobre un árbol en uno de los cortados.

Gavilán común (Accipiter nisus) en un vuelo fugaz. Su estrecho cuerpo lo separa del azor.

En los pinos cercanos pudimos ver lúganos, verdecillos y hasta un alcaudón real posado en los árboles del camino. Parece mentira que un pajarito así de pequeño pueda ser un gran depredador. El sol se iba ocultando pero los últimos rayos de luz dibujaban la silueta de un halcón peregrino que encontró Lidia. ¡Qué imagen más bonita! Como dijo Paco. "no se disfruta igual verlo posado en un ecosistema natural que en la torre de La Garena". Y no pudo ser más acertado. Nos permitió verle bien, diferenciarle las bigoteras y verle marcharse en un vuelo potente. Esta última parada nos había salido redonda.

Alcaudón real (Lanius meridionalis) sobre su posadero habitual. El gris de su plumaje, oscuro y la ceja blanca y negra son sus marcas diagnósticas.

Halcón peregrino (Falco peregrinus) sobre el cortado despidiendo el día. Las marcadas bigoteras se intuyen en la lejanía


Halcón peregrino (Falco peregrinus) sobre el cortado despidiendo el día.

Solo quedaba un hilo de luz sobre las lomas más altas del Alto Tajo y nos tocaba cambiar de ubicación. En este caso iríamos a un bosque de sabinas en en el que mirlos y zorzales suelen dormir y en el que además se puede escuchar bien al búho real. Aunque cuando llegamos los mirlos y los zorzales estaban muy inquietos y no nos dejaron ver sus apellidos, sí pudimos ver un halcón peregrino, un precioso avistamiento casi a oscuras. Mientras esperábamos al búho real nos pusimos a mirar Júpiter y sus lunas, una observación que siempre triunfa. De pronto: "Uuuuuuu". Un lejano reclamo descubría la presencia del gran duque. Una vez más: "Uuuuuu". ¡Buah! Impresionante. Así estuvimos un rato escuchándolo hasta que ya se hizo tan de noche que las posibilidades de verles fueron prácticamente nulas.

Observando planetas mientras esperamos al búho real.

Menuda forma de acabar el domingo. 

¡Hasta pronto!

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2 comentarios:

  1. Estupenda la salida. Vimos un montón de aves y especialmente maravillosa la visión del águila real.

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