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lunes, 27 de noviembre de 2023

Invernada en Sierra Norte

 ¡Hola pechiazules!

Este fin de semana hemos estado al sur de Somosierra, en las laderas que forman parte del Plan de Ordenación de la Sierra de Guadarrama. Se trata de un territorio que, además de estar considerado LIC/ZEC por hábitats como pastizales, acebedas o matorrales de alta y media montaña, también acoge una importante invernada de paseriformes. La ruta discurre principalmente por el piso supramediterráneo mediterráneo, con vegetación potencial de melojar, pero lo verdaderamente interesante es la abundancia de frutos de acebo y mostajo. Su maduración tardía (nov-dic) atrae a muchas aves invernantes hasta sus atractivos frutos rojos. ¿Queréis saber qué especies? ¡¡Pues vamos con la crónica!!

Zorzal real (Turdus pilaris)

Amaneció un día frío pero con un estupendo sol reluciente. Las temperaturas a 1.300 metros de altitud eran de 7ºC, menos mal que llevábamos guantes, bragas y gorros. Entre los integrantes del grupo se oía alguna frase curiosa como: "Voy tan abrigada como si fuera a Gallocanta" curioso cuanto menos, nuestros viajes allí siempre son de los más fríos junto con los de Villafáfila. Sin embargo, a pesar del numero que marcaba el termómetro, el sol hacía delicioso el paseo. Nada más poner el pie en el camino petirrojos, lavanderas blancas, cornejas y carboneros aparecían en mitad de una ramita o en el suelo intentando ponerse al sol para entrar en calor.

Seguimos caminando y el alarmista mirlo delataba nuestra presencia. A pesar de sus gritos de terror sobreactuado, los escribanos montesinos que se calentaban en las ramas de las zarzas parecían ignorarle. No habíamos avanzado ni 3 metros cuando apareció el primer picogordo de la mañana. El resto del día los estaríamos viendo ir y venir con sus discretos reclamos. Este, en cambio, estaba muy distraído, algo lo tenía completamente absorto. Los deliciosos y abundantes frutos de un mostajo lo habían atrapado para nuestro disfrute. Lo pudimos poner en el telescopio y verlo perfectamente.

Picogordo común (Coccothraustes coccothraustes)

Seguimos avanzando y los acebos empezaban a aparecer. Repletos de frutos como viene siendo habitual. al poco rato el camino se volvía a llenar de escribanos montesinos y mientras los observábamos, escuchamos el reclamo de dos perdices que al rato acabaron cruzando el camino. No dábamos a basto. Trepadores, agateadores, herrerillos, carboneros, y un largo etcétera formaban un bando mixto y laxo en el que abundaban las aves. Sin embargo, un cuanto desaparecían todos, silencio absoluto. Se ve que en esta época estas especies forman bandos para encontrar alimento más fácilmente y detectar mejor a los posibles depredadores. 

El bosque estaba precioso con los acebos, los mostajos, los robles melojos, los rosales y en general con la orla forestal. En este tramo la flora forma una verdadera joya botánica.

Aspecto de los acebos (Ilex aquifolium) especie protegida en la Comunidad de Madrid
Mostajo o serbal blanco (Sorbus aria) todavía con hojas pero lleno de frutos

Entre tanto empezamos a ver los primeros zorzales. Inquietos, tímidos y de vuelos fugaces, sin duda muy difíciles de verlos tranquilamente posados en alguna rama. Solo los levantábamos o volaban a toda velocidad y eso que íbamos casi en completo silencio para intentar dar con ellos, pero no hubo manera. Incluso llegamos a encontrarnos una corza muy cerca del camino que levantó tarde gracias al silencio que llevábamos. El sonido de un escribano soteño resonaba entre tanto silencio y de vez en cuando pasaban pequeños bandos de jilgueros lúganos que no terminaron de posarse frente a nosotros.

Los primeros zorzales posados se dejaron ver a lo lejos sobre un gran roble melojo pelado. Ahí pudimos ver nuestros primeros zorzales alirrojos de la temporada invernal y algunos zorzales comunes. Fue muy útil verlos juntos para poder apreciar la ceja marcada de los alirrojos que tanto los diferencia del resto de especies. En la densidad del bosque resonaba también el reclamo de los zorzales charlos y alguno se dejó ver entre la maleza. Los zorzales son tremendamente desconfiados y por eso nos costaba tanto verlos, todo los años es igual. Mientras los córvidos locales llevan a cabo su búsqueda de alimento y vimos varios arrendajos en la zona forestal al mismo tiempo que los cuervos se daban paseos con comida de un lado a otro. Su silueta en el cielo parece la de una rapaz, pero pudimos apreciar bien las diferencias.

Cuervo grande (Corvus corax)

En poco tiempo aparecieron los milanos e incluso algún buitre leonado suelto en busca de un buen desayuno. En cambio, a nuestro alrededor no había nada que llevarse a la boca salvo frutos de acebos y mostajos. Poco a poco fuimos llegando al piso supramediterráneo superior donde el piorno empieza a ser abundante y donde existe una masa forestal de pino silvestre en el que pudimos sobre todo escuchar, carboneros garrapinos, herrerillos capuchinos, trepadores azules, pico picapinos, y los desagradecidos piquituertos que no quisieron dignarse a mostrarnos sus adaptaciones anatómicas.

Poco a poco fuimos bajando y logramos por fin dar con otro bando de zorzales, se movían un poco asustados por la presencia de otros paseantes por los caminos. hasta que en una de esas se posaron sobre las desnudas ramas de un árbol. Ahí estaban unos preciosos zorzales reales venidos de tierras septentrionales del centro y norte de Europa. Preciosos. No hay nada como ese contraste gris del obispillo y la cabeza con la espalda pardo-rojiza. Pudimos verlos a placer. 

Zorzales reales (Turdus pilaris)

Zorzal real (Turdus pilaris)

Con esto empezamos a bajar de vuelta comentando las observaciones realizadas y tratando de dar de nuevo con los zorzales y los lúganos que no parábamos de escuchar. Las vistas de La Cabrera desde aquí son magníficas. Llegamos al final del camino cansados pero contentos de haber pasado una mañana estupenda entre bosques de acebos, robles y mostajos. Ahora tocaba descansar.

¡Hasta la próxima pechiazules!

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