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domingo, 4 de febrero de 2024

Comarcas conquenses

¡Hola de nuevo!

Esta semana hemos visitado tres enclaves de la provincia de Cuenca. Visitamos sus embalses, sus hoces y sus lagunas salinas. Una verdadera maravilla. Se tarta de una provincia con unos rincones únicos y una naturaleza muy salvaje. Lo pasamos genial y nos llevamos un montón de sorpresas, con especies que no esperábamos: algunas con plumas y otras con pelo ¿Te vienes?

Pareja de grulla común (Grus grus)

Salimos de Madrid con la compañía de varios milanos reales en la carretera. Poco a poco fuimos acercándonos al primer punto y de primeras nos topamos con tres grullas alimentándose en los campos. Muy cerca. Una familia. Un pollo de la primavera pasada acompañado de su padre y su madre. Pronto tendrán que volver y el pequeño lo hará por su cuenta, separado definitivamente, de sus progenitores. Nos asomábamos al embalse y garzas, garcetas, gaviotas sombrías, reidoras y patiamarillas y anátidas como azulones o frisos salían a nuestro paso. Nos entretenían mientras los jilgueros, las cogujadas, los estorninos y los gorriones chillones nos ponían la banda sonora de fondo. Sumábamos mas grullas al listado y disfrutábamos de la abundancia de somormujos. Algunos con plumaje nupcial, otros con plumaje invernal. Cormoranes, zampullines iban finiquitando la lista en este punto. El paisaje era una pasada. Ver todas estas especies iba creando un atmosfera de misterio entorno al embalse ¿Qué será lo siguiente que nos encontremos?

Grullas comunes (Grus grus) comiendo en un sembrado 

Hembra de aguilucho lagunero (Circus aeruginosus)

Perdiz roja (Alectoris rufa)

Otro nuevo rincón del embalse se abría a nuestro paso, un busardo ratonero posado en un árbol vigila a la orilla mientras la garza real o las gaviotas seguían con su trasiego. Poca cosa en este punto. En cambio, fue moverse unos metros y apareció un bonito recodo donde se agrupaban unas grullas, unas garcetas grandes y donde pudimos divertirnos mucho con un precioso bando de jilgueros y pardillos. Estaban de exposición. Se acercaban a beber y revoloteaban a los árboles. Entre tanto, un grupito de tres escribanos palustres se dejaban ver entre la vegetación. ¡¡Menuda pasada!! Hacía tiempo que no veíamos un macho con plumaje reproductor y en este caso tenían casi la cabeza completamente negra. ¡Qué alegría encontrarlos! Es una especie que poco a poco está desapareciendo y se hace más difícil de localizar.

Garceta grande (Egretta alba)

Macho de ecribano palustre (Emberiza schoeniclus)

Pareja de pardillo común (Linaria cannabina)

La hora de comer se iba acercando y aprovechábamos la última parada en el embalse para tomar unos frutos secos de media mañana. Antes de que estuviera montado el telescopio y que todo el mundo se bajara de la furgo Baltasar localizó una de las sorpresas del día, ¡una nutria! Increíble, una nutría atravesaba el embalse a escasos metros de nosotros llevando un cangrejo en la boca.  A su paso cercetas, fochas, azulones y otras aves se iban apartando. No logramos verla comiéndoselo, pero si la vimos entrar a tierra y perderse entre los juncos. Vaya momento más chulo.

Nutria paleártica (Lutra lutra)

La estuvimos esperando un rato, pero como no aparecía hicimos una rápida revisión, por si nos habíamos dejado alguna especie sin ver y nos fuimos al siguiente rincón de Cuenca, una bonita hoz en la que veríamos caer el sol.

Desde lejos ya se veía como el curso del río había partido en dos el páramo, dibujando un hermoso valle sinuoso, encajado en calizas de formas imposibles. Comimos al pie de los cortados y mientras disfrutábamos del sol y el almuerzo veíamos pasar decenas de buitres leonados. Unos para el norte, otros para el sur y algunos cicleando para coger altura. Antes de marchar a por un café, Pedro pudo observar un rebaño de cabras montesas desafiando la verticalidad de la hoz. Un par de machos y varias hembras andaban en la pared vertical avanzando sin esfuerzo. Un precioso encuentro.

Machod e cabra montesa (Capra pyrenaica)

Tras el café nos adentramos en el laberinto de la hoz y enseguida pudimos ver un precioso macho de roquero solitario que jugaba al escondite con nosotros. Los buitres se acumulaban en el cielo cicleando y haciéndonos rompernos el cuello. Mientras bisbitas, tarabillas, verderones, colirrojos, petirrojos y otro montón más de pequeños pajarillos se movían sin vergüenza entre la vegetación que acompaña a la hoz. 

Más pequeños y también sobre nuestras cabezas se movían los aviones roqueros. Estas "golondrinas" que se niegan a migrar a África como sus parientes revoloteaban alegres por los mismos cortados que en unos meses les servirán de lugar de cría. Así íbamos avanzado hasta que nos topamos con el primer nido de buitre leonado. Estuvimos contemplando al adulto durante un buen rato y hablamos un poco de su biología reproductora, pero lo que más llamó la atención del grupo fue lo aburrida que tiene que ser la incubación. Esto dio para un buen rato de risas. Seguimos avanzando y localizando nuevos nidos de buitre con sus respectivos propietarios incubando, también algunos ejemplares sueltos que descansaban en las paredes. 

Buitre leonado (Gyps fulvus) incubando

Buitre leonado (Gyps fulvus

Tocaba poner rumbo de vuelta al coche para no perdernos el atardecer en la laguna de El Hito. Justo cuando nos íbamos se formo una enorme térmica de buitres justo sobre nuestras cabezas. Una veintena de siluetas cicleaba en la corriente de aire. Afinando la vista nos dimos cuenta de que entre los buitres había dos infiltrados. Un macho de aguilucho lagunero volando altísimo y algo más cercano un enorme inmaduro de águila imperial ibérica. Precioso, se veía de maravilla destacando entre los buitres.

Águila imperial ibérica (Aquila adalberti) arriba junto a un buitre leonado (Gyps fulvus) abajo

Inmaduro de águila imperial ibérica (Aquila adalberti)

Con este último avistamiento pusimos rumbo a la laguna del Hito donde veríamos como el ocaso teñía de colorado las aguas saladas de la laguna. Sobre ella se agrupaban tarros blancos, patos colorados y multitud de flamencos. La laguna estaba espectacular. Las grullas se agrupaban en sus orillas y las calandrias usaban las últimas gotas de luz para enfrascarse en sus disputas por una porción de cultivo.

Grullas comunes (Grus grus) en la erilla

Macho de aguilucho lagunero (Circus aeruginosus)

Calandria común (Melanocorypha calandra)

El sol desaparecía tras El Hito y la temperatura bajaba. Era hora de que aparecieran algunas rapaces. Milanos, aguiluchos laguneros y un precioso esmerejón fueron poco a poco adentrándose en el perímetro de la reserva natural. Sin embargo, una pareja de aguiluchos pálidos parecían captar nuestra atención. Ese obispillo blanco se iluminada entre los cultivos cuando ya casi no quedaba luz. Una última esperanza de dormir con el buche lleno les motivaba a patrullar los barbechos.



Juveniles de aguilucho pálido (Circus cyaneus)

Parecía que estaban cerrando ya el garito y la escasa luz solo nos dejaba ver la silueta de un mochuelo cazando en el horizonte, asique fuimos volviendo a Madrid. Íbamos tan tranquilos atravesando el camino junto a un tractor cuando de repente una tremenda nube de grullas se acercaba hacia nosotros. Nos bajamos rápidamente del coche y pudimos disfrutar, en silencio, de su escandaloso pero romántico trompeteo. Es un sonido único que siempre deja un buen sabor de boca.

¡Hasta pronto!

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