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domingo, 21 de enero de 2024

Marismas de Santoña y Bahía de Santander

¡Hola de nuevo!

El primer gran viaje de este 2024 empezaba, como no podía ser de otra forma, en Santoña. Territorio de limícolas, aves marinas y costeras y paisajes del norte que te hacen recargar pilas. Además de que vimos 100 especies de aves tuvimos algunas observaciones increíbles de aves que se ven pocas veces en la vida ¿Os animáis a ver cuáles?

Arao común (Uria aalge) en plumaje invernal

El primer día salió espléndido. Sol reluciente y atardeceres de enmarcar. Aunque cuando salimos de Madrid nos acompañaba la lluvia, la niebla y la nieve, al pasar Burgos la cosa fue mejorando y en la costa el tiempo fue benévolo. Sobre todo porque teníamos la salida en barco con Alejandro de Aves Cantábricas y no nos queríamos perder nada. Al llegar a Cantabria dejamos las cosas en el hotel y dimos una vuelta por las marismas de Joyel, aprovechando a comer en su molino de mareas, al solecito bueno de enero. Allí archibebes, andarríos, garcetas y una balsa de porrones molidos, fochas y ánades frisos nos ofrecían comida con espectáculo de fauna salvaje en directo. Tras esta productiva parada fuimos hacia Santoña donde nos esperaba "El cofre". 

Pasarelas por la marisma de Joyel

Comiendo al solecito y cubiertos del viento

Empezábamos bien, un trío de araos en pleno puerto. También los cormoranes moñudos y gavión atlántico descansaban en el muelle. Increíble poder ver estas tres especies tan pronto y tan cerca. Fuimos saliendo hacia la marisma, viendo colimbos grandes, chicos, gaviotas reidoras, sombrías, patiamarilla, argénteas e incluso una cana. Flotando en el agua se iban sucediendo los somormujos y los zampullines cuellinegros. Las orillas se llenaban de limícolas. Los preciosos ostreros nos llamaban la atención y veíamos las enormes diferencias que presentan el zarapito real y el trinador.  

Arao común (Uria aalge)

Alca común (Alca torda)

Colimbo grande (Gavia immer)

Colimbo chico (Gavia stellata)

Cormorán moñudo (Golosus aristotelis)

Ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus)

Gaviota cana (Larus canus)

Gaviota patiamarilla (Larus michahelis)

Aguja colipinta (Limosa lapponica)

Correlimos tridáctilos, tarros blancos, garzas reales y espátulas hacían que estuviésemos ocupados contantemente, uno por babor otro por estribor. No dábamos a basto. Fueron avanzando los minutos y el sol caía, las garcillas bueyeras y los moritos se iban marchando a sus dormideros y las aves se revolucionaban un poco más. Empezábamos a ver las primeras alcas buceando y capturando peces. Tuvimos mucha suerte y pudimos ver una hembra de negrón a toda velocidad abandonar el canal, al igual que una serreta mediana que no nos dio tregua y pasó como un rayo junto al barco. 

Aguja colinegra (Limosa limosa)

Espátula común (Platalea leucorodia)

Tarro blanco (Tadorna tadorna)

Gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus)

Garcilla bueyera (Bubulcus ibis)

En las orillas se agrupaban las limícolas y de fondo veíamos los enormes bandos de barnaclas carinegras alimentándose en las orillas. El día se agotaba y la luz empeoraba, se nos escapaban los zampullines cuellirrojos, pero ya no había casi luz. Tendríamos que dejarlo para el día siguiente, para buscarlos desde tierra. Con esta pedazo de salida teníamos suficiente, ahora solo quedaba hacernos con unas anchoas de Ana María y volver al hotel para reponer fuerzas.

Anchoas de Ana María

Al día siguiente madrugaríamos para adentrarnos en la marisma de Santoña, pero esta vez desde tierra. El primer punto fue la playa de las barnaclas. Allí estaban todas, seguramente un millar de ellas. Se alimentaban entre zarapitos y reidoras. Las pudimos ver bien y escucharlas reclamar. Todo un lujo mañanero. 

Observando barnaclas carinegras junto a la playa.

Barnacla carinegra (Branta bernicla)

De ahí salimos a ver más aves, en esta ocasión limícolas. La marea estaba subiendo y poco a poco se iban agrupando en los puntos donde la marea alta no llega a cubrirlo todo. Así archibebes, chorlitos grises, correlimos comunes, vuelvepiedras y chorlitejos se apiñaban en una ensalada de limícolas en la que conseguíamos encontrar un precioso chorlito dorado.  

Chorlito gris (Pluvialis squatarola)

Zarapito real (Numenius apricaria)

Gavión atlántico (Larus marinus)

Chorlitejo grande (Charadrius hiaticula)

Bando de correlimos comunes (Calidris allpina) y algunos chorlitos grises (Pluvialis squatarola)

Vuelvepiedras común (Arenaria interpres)

Los cormoranes también descansaban y lográbamos toparnos con un precioso martín pescador. Esta parada fue fantástica, sin duda un buen sitio para aprender de limícolas con 8 especies diferentes para comparar.

Cambio de lugar, fuimos al monasterio de Montehano donde suelen verse los zampullines cuellirrojos. Aunque sin éxito con los zampullines, sí que pudimos disfrutar de algún colimbo grande y el pato havelda, que pasó volando bastante lejos. Esta especie, aunque no es la primera vez que se cita, es rara verla en estas latitudes. Una hembra que se alimentaba al borde de las islas de vegetación que se ven con la marea baja. 

Buscando a los zampullines

Desde allí, guiados por el hambre fuimos a comer junto al que ya se ha convertido en el emblema de Santoña, el eider común. Un macho que llegó hace ya 7 años, y que sigue presente sin moverse del lugar al que llego cuando era un macho joven. Después de tanto tiempo sin ver a otro miembro de si especie tiene algún trastorno de personalidad y se cree una gaviota. En cuanto llegan gaviotas se va con ellas a perseguirlas e intentar cortejarlas, evidentemente sin éxito alguno. Después de devorar nuestro almuerzo resguardados del viento y disfrutar de un café calentito, pusimos rumbo a nuestra siguiente parada donde el martín pescador, los cormoranes y algunos zampullines cuellinegros nos daban la bienvenida. 

Macho de eider común (Somateria mollisima)

Aquello era un autentico paraíso de anátidas dormitando. Ánades rabudos, cercetas comunes y cucharas comunes. Todas descansando con la marea alta en la hora central del día, típico d las anátidas, tuvo que pasar un lagunero y un águila calzada para despertarles a todos. Revolotearon por toda la marisma hasta que se les pasó el susto. Con tanto revuelo pudimos ver bien una serreta que había estado escondida entre tanto paterío. ¡Qué preciosidad de bicho! Entre tanto se oía el silbido de un grupo de silbones que iba y venía y no terminaba de encontrarse cómodo en la marisma. Estuvieron dando vueltas despertando a las gaviotas y espátulas que dormitaban también en las isletas cercanas. 

Varias especies descansando. Tres ánades rabudos (Anas acuta) entre ellos un archibebe común (Tringa totanus) con las patas rojas entre los que hay dos correlimos comunes (Calidris alpina).

Zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis) en plumaje de invierno alimentándose de un pez.

Tres cormoranes grandes (Palacrocorax carbo), el de la izquierda mostrando plumaje invernal. A su alrededor cercetas comunes (Anas crecca). Con el vientre blanco un macho de cuchara común (Spatula clypeata)

Serreta mediana (Mergus serrator) algo más abajo un bando de cercetas comunes (Anas crecca)

Bando de cercetas comunes (Anas crecca) de menos tamaño y varias cucharas comunes (Spatula clypeata) con el pico más grande y el vientre más pardusco.

Silbón europeo (Anas penelope) en un bando en vuelo.

Grupo de ánade rabudo (Anas acuta) tres machos con el cuello blanco y dos hembras.

Águila calzada morfo claro (Hieraaetus pennatus)

Tras un chivatazo de nuestra buena amiga Patricia, cambiamos corriendo de ubicación. Estaban viendo a la hembra de pato havelda de nuevo, y esta vez más cerca. Marchamos hasta allí y como dicta la ley de Murphy, según llegamos se fue. Estuvimos allí un rato y logramos localizar un colimbo, un arao, a los zampullines cuellirrojos, que estaban en otro punto distinto al de otros años, y al pato havelda, aunque no tan cerca como nos hubiera gustado. 

Hembra de pato havelda (Clangula hyemalis)

Así cerramos la tarde no sin antes despedir el día en las pasarelas que van por encima de la orilla de la marisma y contemplar los bandos de cientos de agujas, de miles de silbones y de otros tantas especies en un bucólico atardecer como pocos hay en la Península. Al volver al hotel pudimos ver enormes bandos de garcillas bueyeras entre el ganado, volando al dormidero. Una pobre se golpeo con un cable de alambre en una de las vallas de la finca. Nos acercamos a ver como estaba y pudimos ver que afortunadamente no se había hecho nada. Algo aturdida la subimos a un sitio donde estuviera tranquila, seguro que se recupero del susto y a la mañana siguiente estaría de vuelta con el resto de amigas.

Paisaje de la marisma al atardecer.


Marismas de Santoña en su máximo esplendor, limícolas, silbones y otras aves se agrupan al atardecer.

Último día en Cantabria. Con algo de pena metimos las maletas en la furgoneta y nos despedimos de Santoña. Nuestro siguiente destino era la bahía de Santander un lugar magnífico en el que le dimos un buen empujón a la lista. Empezamos con un agradable paseo a las afueras, donde la influencia mareal nos permitió disfrutar de un buen bando de zarapito real, azulones, frisos, cisnes, gaviotas, chorlitos y un buen grupo de oportunistas cono ratonero, lagunero o cornejas que andaban husmeando a ver que había quedado disponible en la ría. Cerca de nosotros podíamos ver mosquiteros, tarabillas, colirrojos, curruca capirotada, jilgueros, bisbitas, etc. Le llegaba el turno a los paseriformes. No dejamos uno sin mirar y así pudimos ver también varios ejemplares de escribano palustre. Las observaciones fueron fugaces, pero siempre reconforta ver a este pajarito que no está pasando por su mejor momento. 

Bisbita pratense (Anthus pratensis)

A medida que nos acercábamos al agua escuchábamos el latido del humedal. El reclamo del cetia ruiseñor o el desgarrador chillido del rascón. Las garcetas se acumulaban en la orilla y las garzas reales dormitaban al sol, intentando entrar en calor después de una noche a temperaturas muy bajas. El día mejoraba por momentos, con el sol empezaron a animarse algunas aves y pudimos ver muy bien al martín pescador hacerse con un buen almuerzo. Estupendo lance y que rápido lo engulló. Estábamos tan entretenidos mirándolo, embobados e hipnotizados por sus colores, que no nos dimos cuenta de que, encima de nosotros estaban volando 3 preciosas golondrinas. Es verdad que parece temprano, pero no es el primer año que las vemos aquí, por lo que es posible que sean aves que se queden. 

Golondrina común (Hirundo rustica)

Martín pescador común (Alcedo atthis)

Entre tanto mirar para arriba y para abajo, apareció el águila pescadora. Impresionante, sobre su posadero. Se arreglaba el plumaje como quien se lava los dientes por la mañana. Parecía prepararse para salir a desayunar. Mientras esperábamos a que estuviera lista, una enorme silueta apareció volando sobre el carrizo. Grité con mucho entusiasmo ¡¡Avetoro!! ¡¡Avetoro!! Increíble, un precioso avetoro sobrevolando la marisma durante unos segundos hasta que se posó en un carrizo. Momentazo del día y posiblemente del viaje. Nos acercamos un poco más para mirar el carrizo con detenimiento pero no hubo nada. Zampullines, rascones y mucho, mucho mosquitero, probablemente más que otros años, rondaban la zona del avetoro, pero sin rastro de este fantasma. Nos quedamos un rato esperando y a la que estábamos allí el dorso de una nutria apareció en mitad de l alaguna, justo al lado de donde estábamos mirando en busca del avetoro. ¡Buah! Vaya suerte. Aunque no la volvimos a ver, nos quedamos un rato más por si se volvía a ver el avetoro. Estuvimos unos 30 minutos hasta que di el ultimátum ¡15 minutos más y nos movemos a otro sitio! Fue decirlo y el carrizo empezó a moverse demasiado, muy sospechosamente. Estuvimos un rato vigilando hasta que en una pequeña ventana en el carrizo asomó la inconfundible silueta del que ya es el ave del año 2024.

Águila pescadora (Pandion haliaetus) en su posadero

¡Impresionante! ¡Menudo encuentro más casual y qué suerte poder vivir ese momento! Fue una enorme ilusión poder ver a esta maravilla y que todos pudiésemos disfrutarla. ¡Qué momentazo!

Avetoro común (Botaurus stellaris) entre el carrizo 

Le pudimos ver con el telescopio durante varios minutos y pudimos fotografiarlo aunque fuese solo testimonialmente. Fue estupendo. A partir de ahí fue difícil que se nos borrase la sonrisa de la cara. Entre tanto revuelo, la pescadora ya tenía su desayuno, una platija lista para ser devorada. Tardó un rato pero finalmente quedó satisfecha. Con este pedazo de visita nos movimos al siguiente punto de la bahía, en esta ocasión a un rincón donde se acumulaban algunas anátidas y en el que, días atrás, habían reportado algunas rarezas. Nada más dejar el coche ya pudimos sumar algunas especies, vimos una lavandera cascadeña que encontró Ana, pudimos observar una lavandera blanca de la subespecie británica, la "yarrellii" y en los cables un precioso estornino pinto cantaba en un cable.

Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea)

Estornino pinto (Sturnus vulgaris)

Nos acercamos hasta la orilla. Primero detectamos algunos somormujos, un colimbo y un buen grupo de silbones. Nos acercamos hacia ellos al ver un par de pajareros mirando con su telescopio. Cuando llegamos además de silbones y rabudos había frisos, azulones y con ellos, la hembra de porrón bastardo. Preciosa, auqnue lejos. El pajarero que estaba allí también nos avisó de la presencia de un negrón especulado. Al principio dormitaba, pero en un momento que se movió pudimos ver el espejuelo blanco y la mancha auricular blanquita típica de la hembra. No encontramos al macho de porrón bola, pero si nos llevamos ese negrón especulado de regalo. Aquí algunos aprovecharon para tumbarse un rato al sol y como lagartos darse un buen baño de vitamina D.


Con las pilas cargadas nos marchamos a nuestro últimos destino, el sur de la bahía de Santander. La marea estaba alta y muchas aves descansaban, por lo que decidimos visitar este rincón donde las anátidas se muestran confiadas y cercanas. Allí disfrutamos de cercetas, cucharas, frisos, porrones europeos, porrones moñudos y rabudos, además de fochas, zampullines, gaviaos reidoras cormoranes y aguiluchos laguneros. Con este último lugar, nos despedimos de Cantabria y pusimos rumbo a Madrid, atravesando Castilla y León entre nieves y paisajes invernales. Un viaje repleto de sorpresas, aves nuevas especies y un maravilloso paisaje que disfrutar junto agente estupenda.

¡Hasta pronto!

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