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sábado, 14 de octubre de 2023

Los Monegros

¡Hola de nuevo!

Estamos de vuelta para contaros nuestra última aventura por tierras aragonesas. En este caso se trata de nuestro primer viaje a Los Monegros una tierra que conocemos bien pero a la que nunca le habíamos dedicado una de nuestras escapadas. Aprovechando el puente, preparamos un viaje para dos días por las estepas, saladas y lagunas de la comarca de Los Monegros. Os dejo con la crónica del viaje.

Zorro rojo (Vulpes vulpes) en Los Monegros

Salimos pronto desde Madrid con algo de lluvia que nos acompañó hasta la entrada de Los Monegros. Nuestra primera visita fue al sur de la Sierra de Alcubierre, por los llanos en busca de esteparias. Nos costó mucho, y eso que podamos por las balsas a las que acuden habitualmente a beber y por cientos de hectáreas de terreno potencial. En cambio, ni vislumbramos siluetas, ni oímos reclamos. En su lugar pudimos encontrarnos con un ejemplar precioso de águila imperial, esta en la zona. 

Paisaje de Los Monegros
Águil aimperial (Aquila adalberti) seguramente de 4º año
Plumas de macho de ganga ibérica (Pterocles alchata) encontradas en una de las balsas

Por los caminos también nos cruzamos con varios zorros y lagartos ocelados. Fueron muchas las especies de córvidos que encontramos, desde el imponente cuervo a las omnipresentes cornejas y grajillas, sin olvidarnos de las chovas y su característico griterío. 

Macho de lagarto ocelado (Timon lepidus) en mitad del camino

En las zonas de matorral, la migración seguía latente y pudimos ver, entre tarabillas, muchas collalbas grises y un precioso macho inmaduro de colirrojo real. Los zorzales charlos también se movían por las sabinas que salpican el paisaje. También localizamos las siluetas del aguilucho lagunero y del busardo ratonero. Gracias a este último pudimos encontrar un enorme ejemplar de águila real. Estaba posada sobre una sabina cuando el busardo empezó a hostigarla. La obligó a alzar el vuelo y siguió persiguiéndola hasta que, harta de tanta molestia, cogió altura y desapareció en el horizonte.

Águila real (Aquila chrysaetos)
Grupo observando aves

Poco a poco se abría el paisaje y nos encontramos con el primer esmerejón de la temporada invernal. Se posó cerca unos segundos e inmediatamente salió volando como una bala. Lástima no haber podido ponerlo en el telescopio para verlo mejor. Alcaudones reales, currucas rabilargas, cernícalos y algunos andarríos grandes en las balsas, daban por concluida nuestra visita a la parte oeste de Los Monegros.

Por la tarde nos acercamos a la zona de Bujaraloz donde pudimos encontrarnos con nuestra primera ganga ibérica. En un principio nos pareció raro verla sola. Pero, a pesar del estupor, allí estaba en la orilla de la salada esperando a sus compañeras para bañarse. Desde lejos le pedimos educadamente que se trajera a unas amigas, para ver un grupete más nutrido. Y al final, cuando se piden las cosas por favor, se obtiene lo que uno desea. Hasta 14 gangas ibéricas aparecieron de la nada, se dieron un vuelta a la salada y aterrizaron junto a la carretera. Movimos nuestros telescopios hasta un lugar más alto desde el que poder localizarlas, pero no hubo éxito. Allí estaban, entre toda la vegetación, en cambio no se veía ni una sola pluma. Tras un rato esperando salieron en vuelo hasta perderlas en el horizonte. Vaya, se nos olvido decirle a la ganga que además de que se trajera amigas, que estas se quedaran para verlas con el telescopio.

Bando de ganga ibérica (Pterocles alchata)

Poco a poco el sol caía, la luz bajaba y los mochuelos empezaban a reclamar. Era momento de marcharse y reponer fuerzas.

Al día siguiente, el sol volvía a colorear las rojas tierras de la depresión del Ebro. Tras disfrutar de nuestro desayuno, pusimos rumbo a una de las Saladas más importantes de Europa, por su profundidad y su extensión y por ser lugar de cría del tarro blanco. Y allí pudimos encontrarlo junto con bandos de gaviotas sombrías, cucharas, frisos y azulones. El paisaje era muy distinto a lo que estamos acostumbrados a ver. En la lámina de agua también pudimos ver varias agrupaciones de zampullín cuellinegro y de zampullín común. El entorno lo adornaban decenas de golondrinas, cogujadas y gorriones chillones. Fue una parada fantástica. Justo antes de irnos dos de nuestras participantes localizaron un grupete de 3 avefrías y ya sabéis el dicho: "las avefrías solo traen alegrías".

Grupo observando aves en una de las saladas.

Continuamos nuestro viaje por Los Monegros, en este caso adentrándonos en los llanos de la parte norte donde, desgraciadamente, encontramos mucho cazador que obviamente nos molestó durante la búsqueda de gangas y alcaravanes. Repetimos la táctica de búsqueda del día anterior, acudiendo a varios puntos donde son habituales las concentraciones de ambas especies, hasta que por fin dimos con un grupo de alcaravanes. En un principio no los vimos, pero fue gracias a un pequeño bando de perdices que nos hizo parar de repente. 

Tres de los seis alcaravanes (Burhinus oedicnemus) que encontramos entre los rastrojos

Allí estuvimos viéndolos acicalarse y caminar sigilosamente entre la vegetación. Para muchos, esta observación era la que más ilusión les hacía. Estuvimos un rato con ellos y vimos como no perdían de vista el cielo. En lo alto un ratonero daba vueltas y la pareja de águilas reales esperaba paciente su turno sobre una torreta, parecía que por fin estábamos en el momento indicado en el sitio correcto. 


Nos despedimos de nuestros preciosos alcaravanes y seguimos en dirección norte, hacia Sariñena. Allí la enorme laguna que hay a las afueras del pueblo fue nuestro escenario de entretenimiento mientras degustamos nuestros bocatas. Los somormujos, gaviotas reidoras, cercetas, una garceta grande y garzas reales nos tuvieron entretenidos el resto de la mañana y tarde. Aunque sin duda lo que más tiempo nos tuvo distraídos fue la búsqueda de los dichosos bigotudos. Y digo dichosos porque los muy gamberros no quisieron dignarse a reclamar tan siquiera. Después de mucho carrizo y mucho silencio solo los cistícolas buitrones, los cetias ruiseñores y algún pájaro moscón suelto alteraban la tranquilidad de la vegetación palustre. Una pena pero también un motivo más para volver a conocer este rincón de la provincia de Huesca.

Nos despedimos de Los Monegros y recorrimos las carreteras por los que, días antes habíamos estado viendo aves. 

Hasta pronto Monegros

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