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lunes, 23 de octubre de 2023

Navaseca y Campo de Calatrava

Hola de nuevo

Un año más volvimos a visitar dos magníficos  enclaves de la provincia de Ciudad Real, mezclando dos ambientes, las zonas húmedas y los llanos esteparios. Más de 75 especies de aves entre la Laguna de Navaseca, la zona volcánica del Campo de Calatrava y alguna paradilla estratégica que hicimos por el camino. En resumen fue una escapada excepcional en la que, afortunadamente, pudimos esquivar el mal tiempo y disfrutar de la riqueza de estos lugares. ¡Os cuento más detalles abajo!

Escena de una de las pardas con varias especies.

Lluvia y viento, esas eran las previsiones y aunque la lluvia fue benévola, el viento no perdonó, lo que hizo que los 10°C pareciesen más bien seis menos. Así nos recibía la primera parada, con viento y mala luz. Paramos de camino en unos labrados porque recientemente nos habían comentado que se estaban viendo con frecuencia algunos bandos de chorlito carambolo. A pesar de la mala suerte del día anterior por la submeseta sur toledana, teníamos bastantes esperanzas en dar con ellos. Recorrimos un par de veces los caminos, e incluso nos encontramos con un grupo de pajareros conocidos que andaban también tras los carambolos. Finalmente, tras unos terrones de un labrado aparecieron los chorlitos. Bajamos del coche, montamos los telescopios y avisamos por teléfono a los compañeros que nos habíamos cruzado para que ellos también los vieran. Contamos casi 30, un número bastante bajo para lo que nos habían dicho, pero suficiente. Primer objetivo cumplido y disfrutado.

Tres de los 30 chorlitos carambolos (Charadrius morinellus)


En el coche, las risas y los comentarios amenizaron el recorrido hasta Navaseca. Allí no nos esperaba la laguna de los últimos años. Se ve que el problema del acuífero 23 de las Tablas de Daimiel, poco a poco se va extendiendo al resto de humedales colindantes. Aunque Navaseca es una laguna cuyo nivel de agua se debe a un aporte artificial de la EDAR de Daimiel, su nivel estaba muy por debajo del de hace unos años. En realidad de aves no estaba mal, pero tenía tan poca agua que en realidad se había transformado en una laguna somera y donde antes encontrábamos malvasías zampullines y porrones, todos ellos buceadores, ahora estaba llenos de limícolas aprovechando los recursos de las zonas menos profundas. 

El aspecto de la laguna era fantástico con bandos de cucharas y cercetas descansando en el borde de la laguna. Desde el observatorio principal ya veíamos una aguja colinegra y algunos destacaban la presencia de combatientes en las orillas en bandos donde podíamos observar los restos del plumaje nupcial en algunos ejemplares. De lejos también veíamos los bandos de moritos levantar el vuelo y posarse, dándole un aspecto exótico a la laguna. Así pudimos ver hasta 9 especies distintas de limícolas además de gaviotas flamencos, garzas y laguneros. Prácticamente habíamos exprimido el lugar, incluso pudimos encontrar, en la orilla, a las 3 especies de lavanderas: blanca, cascadeña y boyera. ¡Aquello estaba rebosante de vida!

Bando de morito común (Plegadis falcinellus) en vuelo

Morito común (Plegadis falcinellus)

Lavandera boyera (Motacilla flava)

Aguja colinegra (Limosa limosa)

Varias limícolas. En primer término combatiente (Calidris pugnax), detrás cigüeñuela común (Himantopus himantopus) y más lejos avoceta (Recurvirostra avoseta)

Chorlitejo grande (Charadrius hiaticula)

Combatientes (Calidris pugnax) en vuelo

Ánades frisos (Anas strepera)

Macho de cerceta común (Anas crecca)

Con la lista de aves ya cerrada y de camino al merendero donde repondríamos fuerzas, una silueta familiar destacaba en un tejado, negándose a dejarnos marchar. Era el mochuelo europeo. Perdón, eran dos mochuelos europeos que andaban pendientes de nuestros movimientos y aspavientos de alegría al verlos posados tan cerquita. Perfecto para terminar.

Mochuelo europeo (Athene noctua)

Después de la comida y aprovechando que quedaba cerca, nos dimos una vuelta por la orilla de un embalse. Estaba junto al merendero y eso hizo que nos picara la curiosidad. Dimos un pequeño paseo por su orilla y menudo paseo. Espátulas, cormoranes, gaviotas, y más limícolas. ¡En total 14 especies distintas! Si las 9 de antes ya nos parecía una barbaridad, ahora estábamos flipando. Sobre todo ver tantas avocetas, correlimos oscuro, agujas y un buen grupo de correlimos menudos hizo que el paseo fuera fantástico. En qué momento se nos ocurrió dar el paseito. Por si fuera poco junto a las decenas de reidoras había varios fumareles cariblancos, algunos mudando el plumaje y otros jóvenes del año. Rosa también localizó una cigüeña negra junto a varias cigüeñas blancas y parecía que no podían aparecer más aves en aquel rincón. 

Bando enorme de espátula común (Platalea leucorodia) descansando en el embalse

Grupo enorme de cormorán grande (Phalacrocorax carbo) descansando en las isletas del embalse

Cuatro fumareles cariblancos (Chlidonias hybrida) en primer término, tres gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus) detrás

Con pocas cosas más que ver pusimos rumbo a Campo de Calatrava con la lluvia pisándonos los talones. Cuando llegamos el cielo oscurecía amenazantemente. Avanzamos como pudimos por los caminos algo afectados por la lluvia de los días anteriores, hasta encontrarnos, literalmente, con un muro de rastrojos que el viento había acumulado en el camino. Allí se acabó nuestra visita hasta que el grupo, con  mucho coraje, se bajó y fue creando un pasillo entre las plantas para que la furgoneta pudiera pasar. ¡Fue una jugada maestra! Poder continuar por el camino nos permitió alcanzar la zona por donde se mueven las esteparias y no tardamos en dar con las primeras avutardas. Cinco preciosas avutardas recortadas contra el cielo gris. 

Grupo de avutarda común (Otis tarda) al atardecer

Pronto vimos un grupo más numeroso al fondo y marchamos para allá. Una vez allí pudimos contra unas 20 más. Mientras las observábamos un grupo de 9 gangas ibéricas llegaban haciendo su habitual reclamo. Nos pasaron muy cerca y pudimos disfrutar de su veloz vuelo. Se ve que estábamos en un buen sitio. En seguida nos pusimos a mirar los labrados y los rastrojos mientras la lluvia se empezaba a poner seria. Y menos mal que no tardamos en encontrar un bando de unas 3o gangas ibéricas posadas en el suelo, porque empezábamos a estar mojados. Escondidas y bien camufladas, las pobres aguantaban el chaparrón como podían mientras bandos enormes de calandrias pasaban también en dirección al dormidero.

Un adiós rápido y de vuelta a la furgoneta para poner rumbo a Madrid. Bastante que nos había aguantado la lluvia el resto del día. Fue una forma de echarnos de allí, porque sino nos hubiésemos quedado hasta la oscuridad total, pero todavía nos quedaban más de dos horas hasta Madrid, momento que aprovecharíamos para hacer evaluación del viaje y recordar los momentos tan especiales vividos en durante el viaje. 

Ahora toca descansar y mirar fotos.

¡Hasta pronto!

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