martes, 27 de septiembre de 2016

Aves de la campiña

Existen una gran variedad de hábitats que las aves eligen para encontrar pareja, alimentarse o construir su nido. Cada uno de ellos tiene unos valores muy importantes que en muchos casos no somos capaces de apreciar, pero que para ellas son imprescindibles. Las aves de la campiña también han sabido encontrar esos factores que hacen de este ecosistema un lugar para quedarse.


Cuando vas paseando por un denso bosque, entre otras cosas, aprecia los árboles, la tranquilidad, los olores a pino o roble, etc. Mientras que, quizás, el pequeño herrerillo que observas con tus prismáticos, encuentra en este bosque un mundo de posibilidades, oquedades donde anidar, follaje tras el que protegerse, humedad, alimento, etc. En definitiva una serie de factores que marcan la diferencia entre un ecosistema hecho o no para vivir en él. 

Entre la gran diversidad de hábitats que recorren nuestro territorio, existe una serie de extensiones de terreno llano con parte de su superficie dedicada al cultivo. Estos campos o campiñas gozan de un mosaico vegetal en el que pueden encontrarse pequeñas y reducidas estepas, campos cultivados y otros abandonados que han dejado paso a matorrales y herbáceas.

Cardos, amapolas y otras hierbas con flores y semillas aprovechan estos abandonos para salir adelante en una tierra de origen fértil. Todas estas flores, que crecen en primavera, han sido uno de los factores para que se puedan ver grandes bandos de jilgueros aleteando en colores amarillos y negros intermitentes. El indiscriminado uso de herbicidas para parar el avance de este tipo de plantas evita que crezcan tales formaciones y por tanto desaparecen las poblaciones de estas aves.

Jilguero europeo (Carduelis carduelis).
Con su pico acabado en punta consigue hacerse con las semillas de los cardos.

Si hay un paseriforme que haya encontrado en las campiñas las necesidades básicas como para considerarlo su hogar, este es el escribano triguero. Es la banda sonora de este lugar, una especie emblemática de los cultivos y las campiñas con cierto porcentaje de arbolado disperso. Sus nombres en español y en inglés, corn bunting (escribano del maíz), dejan muy clara su predisposición por este enclave.

Escribano triguero (Emberiza calandra).
Desde perchas como esta entona su característico canto.

Y es que, la abundancia de alimento en los campos de cultivo, que forman parte de este ecosistema, atraen a una fauna singular. Muchas aves y algunos pequeños mamíferos acuden para alimentarse del grano cultivado. La abundancia de roedores entorno al trigo o la cebada y la diversidad de reptiles que, gracias a las condiciones meteorológicas, se mueven a sus anchas, son dos de los factores por los que el aguilucho cenizo, especie icono de este hábitat, prefiere campear sobrevolando estos terrenos en busca de presas como estas. El uso de raticidas o venenos para proteger las cosechas, pueden acabar, no solo con las presas del aguilucho, sino también con muchos ejemplares que ingieran por error estos bocados mortales.

Aguilucho cenizo (Circus pygargus) macho.
Su vista y su capacidad para campear largas distancias son muy útiles en la campiña.

Los roedores, las aves y los reptiles no son los únicos beneficiarios de tan diverso ecosistema. Un pequeño grupo de animales, que en ocasiones pasa desapercibido, también comparte nicho en la campiña. Nos referimos a los invertebrados, tan pequeños y con ese papel tan grande que es la polinización. Desafortunadamente para ellos, aquí se convierten en un blanco fácil para muchas aves que también han de trazar sus estrategias de supervivencia. El abuso de insecticidas, diezma las poblaciones de invertebrados y por lo tanto las de aves insectívoras.

Cogujada común (Galerida cristata).
Uno de los depredadores de insectos en la campiña.

Es muy común que los campos abandonados que ya han pasado por un proceso de colonización por especies herbáceas, alcancen el siguiente paso dentro de la sucesión vegetal. Comienzan a crecer sobre estos terrenos pequeños y aislados matorrales, que entre otras cosas cambian el aspecto del hábitat y por lo tanto los recursos. Las retamas u otros matorrales o plantas leñosas con frutos más carnosos comienzan a ofrecer alimento a aves como el verderón común o las currucas.

Verderón común (Chloris chloris) macho.
Las relamas son de las primeras plantas leñosas en aparecer tras el abandono.
Curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) macho.
Las especies anteriores a la campiña vuelven a surgir, como esta quercínea.

La siega de los cultivos, ya sea cebada, trigo u otro cereal, pone en peligro los nidos de nuestra rapaz de la campiña. Sin embargo, si se hace con cuidado evitaremos este daño y además, los restos de dicha siega serán un recurso alimenticio más para aves tales como los estorninos que, a pesar de que duermen en zonas más rurales, se alimentan en este tipo de hábitats. Con una buena gestión estaremos beneficiando a varios grupos de aves y evitaremos males mayores.

Estornino negro (Sturnus unicolor) pollo del año.
Aprovechan la vegetación de los alrededores de las casas de labranza para poner sus nidos.

Es muy común que cerca de los terrenos trabajados, exista un pequeño núcleo de población, donde las posibilidades se vuelven a multiplicar y muchas especies encuentran oportunidades y ventajas en esta mezcla de campiña y hábitat rural. Es el caso del cada vez más escaso gorrión o la tórtola turca, un caso totalmente opuesto ya que sus poblaciones pasan por un momento de crecimiento y expansión.

Tórtola turca (Streptopelia decaocto) pareja.
Posadas en los cables de las afueras de las poblaciones.
Gorrión común (Passer domesticus) macho.
Granívora por excelencia, está sufriendo un retroceso a causa del abandono de las zonas rurales.

Los alrededores de pueblos y aldeas de tradiciones agrícolas, estrechamente relacionadas con la campiña suelen albergar también una pequeña fauna alada bastante típica de este ecosistema. Urracas y otros córvidos que se alimentan tanto en los campos como en estos núcleos urbanos, golondrinas, que sobrevuelan al ras los cereales capturando en vuelo insectos voladores, pero que necesitan de una buena pared vertical para construir sus nidos y otras aves, como el gorrión chillón que se deja ver en ocasiones por campiñas con un poco más de relieve o con taludes, donde anida la especie.

Golondrina común  (Hirundo rústica)
Descansando en un cable,elemento asociado artificial de los entornos rurales.
Gorrión chillón (Petronia petronia)
Los cables son un recurso territorial, desde donde cantar y reclamar un área de cría.

A lo largo de la campiña, existen una serie de pequeñas dehesas creadas por el abandono de pequeños cultivos arbóreos como los olivos. Entre sus troncos vuelan, currucas, pardilllos o tarabillas, un pequeño grupo de aves que han encontrado un nicho perfecto para explotar. Los pa´ridos, como el herrerillo o el carbonero se desarrollan con soltura en un ecosistema de este tipo. Las orugas y otros invertebrados que forman parte de su dieta abundan en estos entornos, además de que la madera abandonada posee oquedades en las que nidificar.

Carbonero común (Parus major) macho.
Colgado de esta  valla, trae una ceba para sus pollos, que se encuentran en un olivo cercano.
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus).
Los troncos de los olivos abandonados son perfectos para nidos tan bien protegidos como este.

Es bastante habitual que en las cercanías de nuestra campiña, se extienda el serpenteante curso de un río o un pequeño arroyo. Esto se debe a la necesidad de este recurso para que los terrenos mantengan algo de humedad, o para abastecer pueblos como los anteriores. En su orilla, crece sin apenas freno, un pequeño bosque de ribera en el que se pueden escuchar los cantos del ruiseñor común, o el "tur tur" de una especie también de la campiña y no tan restringida al bosque de ribera como el ruiseñor, la tórtola europea, ave del año 2015, considerada como tal por sus problemas de conservación.

Ruiseñor común (Luscinia megaryhnchos) cantando.
Sus melódicos trinos resuenan en el estrecho bosquecillo que nutre las tierras de labranza.
Tórtola europea (Streptopelia turtur).
Su típico canto, frecuente en primavera, se oye cada vez menos en los campos de rastrojos.

Los problemas de conservación que desgraciadamente abundan en un ecosistema aparentemente pobre, pero con una riqueza tan especial, están a la orden del día y por lo tanto es importante diseñar estrategias que permitan frenar las problemas y amenazas que tantos efectos negativos tienen sobre las poblaciones de aves y otros animales.

Casos como el de la Campiña sur de Extremadura, donde desde el año 2004 se declaró como ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y que se viene gestionando como parte de la Red Natura 2000, es un claro ejemplo de que existe algo de esperanza que nos invita a ser optimistas en cuanto a la conservación de las campiñas y su habitantes.

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